Todo empezó en julio de 1992 cuando en un terreno entonces alejado en el destino turístico de Tulum, en Quintana Roo, México, se empezó a construir una propiedad que según los lugareños pertenecía al capo de Cártel de Medellín, el colombiano Pablo Escobar Gaviria.
En aquél entonces, Escobar tenía relación con el narco mexicano Amado Carrillo, “El Señor de los Cielos”, líder del Cártel de Juárez, que se encargaba de trasladar la cocaína de los colombianos a Estados Unidos, por lo que no resulta extraño que Escobar quisiera tener una propiedad con vista al mar en la península de Yucatán.
La propiedad, originalmente llamada Casa Magna, está ubicada en el kilómetro 9,5 del camino Tulum-Punta Allen, a 15 kilómetros de la zona arqueológica y a uno del arco de acceso a la reserva ecológica de Sian Ka’an.
La construcción original tenía dos residencias que ocupan tres hectáreas y tenían un valor en conjunto superior a los 17 millones de dólares por encontrarse en esta exclusiva zona.
Aunque lugareños señalaron a Infobae que nunca vieron a Escobar por el pueblo, tres historias desataron la versión de que la casa era del capo: la primera es la llegada de una avioneta una noche en la que presuntamente viajaba el colombiano para supervisar la obra.
Una segunda indica que en una sola noche se logró llevar energía eléctrica hacia la propiedad. “No para cualquiera se hace eso. Ahora tiene vecinos, cuando se construyó, estaba aislada la casa”, señaló una fuente que investigó el caso en 2011.
Y la tercera, que sus muros tienen un grosor capaz de soportar impactos de bala.
El capo fue abatido el 2 de diciembre de 1993 por fuerzas colombianas y desde entonces “Casa Magna” ha pasado por una serie de polémicas y de dueños que la ligan desde a la familia del ex presidente Carlos Salinas de Gortari hasta una mujer desconocida, originaria del estado de Sinaloa.
“La leyenda siempre ha existido, todo mundo dice que era de este señor Escobar. Yo nunca he visto la documentación, pero es lo que la gente siempre ha dicho”, señaló a ese medio un habitante relacionado con la compra y venta de terrenos que desde hace 30 años vive en la zona.
Las historias de la Casa Magna
En 1994 se ligó la propiedad a la familia del ex presidente Carlos Salinas de Gortari, pero no se pudo acreditar el nexo.
La construcción fue incautada por la Fiscalía Federal en 1997. La periodista Rosa Santana documentó para el semanario Proceso hace 6 años que en septiembre de 2002 fue entregada al Servicio de Administración de Bienes Asegurados, encargado de poner a subasta todos los objetos y propiedades decomisados al narco.
Luego de un abandono de tres años, el Servicio de Administración Tributaria, encargado de la recaudación de impuestos, cedió la propiedad a la empresa Amansala, S.A. de C.V., de las estadunidenses Melissa Glee Perlman y Erica Joy Gracc, que la habilitó como “Casa Magna Amansala Eco Chic Resort”. Funcionó hasta 2008, cuando el Ministerio de Finanzas determinó que una mujer de Sinaloa, llamada Sandra Eufrocina Chávez Vega, había acreditado la propiedad a través de su apoderado legal, un abogado de Jalisco de nombre Carlos González Nuño.
El oficio para acreditar la propiedad tenía el folio DCO/DECR/CRC/ATJR/0734/0 y en el documento constaba que la mujer la lo había comprado a una persona de Mérida, Yucatán, de nombre Álvaro Enrique Cámara Solís. Nadie conoció tampoco a la presunta legítima dueña. El abogado de Jalisco, del que tampoco hay rastro, terminó por quedarse con la propiedad.
“Después vinieron muchos operadores de hoteles que lo estuvieron manejando, pero realmente es muy poco lo que se sabe”, señaló el vendedor de terrenos.
El abogado, como documentaron medios locales, entre ellos Por Esto! también se habría apropiado de seis pequeños hoteles contiguos a la supuesta propiedad de Escobar que en conjunto tenían un valor de 50 millones de dólares.
Lo que fue Casa Magna se convirtió ahora en Casa Malca, un hotel boutique que desde 2012 es propiedad del galerista neoyorkino Lio Malca.
Ahora tiene 26 habitaciones en las que se busca combinar la experiencia de hospedarse en la vieja casa del capo con la relajación de la playa.