En pocas horas tendremos el final de esta comedia grotesca que nos ha hecho vivir el régimen más corrupto y criminal que haya existido en Venezuela y quizás más allá.
La dictadura ha decidido imponer una Constituyente para terminar de ahorcarnos, pero el 85 por ciento o más de los venezolanos la rechazamos decididamente. Ellos hablan de autodeterminación del pueblo, del derecho a decidir nuestro destino, pero se equivocan.
Somos nosotros los que queremos libertad y nosotros somos simplemente la inmensa mayoría.
El Zapatero de España, fracasado presidente del gobierno español, juega a favor del régimen y propone un diálogo tramposo que no nos llevará a ninguna parte, quizás, solamente al final de nuestra libertad, de nuestra existencia como país libre y soberano.
Zapatero puede proponer lo que quiera y la MUD aceptar también lo que quiera, pero los venezolanos queremos un cambio de gobierno y de sistema. Esa ha sido la lucha estos meses que tanta sangre ha costado. Y una negociación barata no nos podrá llevar al final que nadie quiere o al menos que la mayoría no quiere.
Maduro puede proponer mañana suspender la Constituyente, pero a cambio de qué y acá está la cuestión. No podemos ceder. No podemos perder el espacio ganado. Es la oposición, no solo la MUD, la que impone las reglas.
Es verdad que queremos paz y transición pacífica, pero eso exige libertad PLENA de los presos políticos y aquí hablamos de todos los presos políticos. Exigimos la renovación del CNE y el reconocimiento de la Asamblea Nacional y del nuevo Tribunal Supremo de Justicia designado por el pueblo reunido en la Asamblea; y, por supuesto, la suspensión definitiva de la Constituyente y elecciones inmediatas.
Antes de elecciones generales, elecciones parlamentarias y un gobierno de transición o de concertación nacional que incluya a todos, incluso a los chavistas que podrían tener alguna visión democrática de la vida del país.
El domingo es la fecha límite. La paz dependerá de este absurdo empeño de maduro y cabello de mantenerse en el poder.
Hay que negociar, no simplemente dialogar. Hay que llegar a acuerdos válidos que nos permitan salir de la crisis, pero en ese diálogo o en esa negociación deberá estar presente la sociedad civil y, además, todas las fuerzas políticas y sociales del país.
Una semana decisiva, unos momentos difíciles, pero todos esperamos de la dirigencia política, de los partidos que nos llevan ahora de la mano, que actúen con la responsabilidad y la transparencia del caso, para poder construir un futuro cierto y tranquilo en donde todos podemos caber, con nuestras coincidencias y nuestras diferencias.
Robert Carmona-Borjas