Cuando se asume que el poder es eterno, que la alternabilidad es un obstáculo incómodo, y sobre todo, que si no se cuenta con los votos, se pueden usar las armas para imponer con sangre el control de una minoría contra la mayoría del país y su representación legítima que rechaza y resiste tal intento, entiende uno que el delirio y la barbarie han adquirido una nueva forma en Venezuela.
Por Alexei Guerra Sotillo / @alexeiguerra
El fraude constituyente, y la grotesca puesta en escena en la cual participa la rectora Tibisay Lucena y el aparato institucional-represivo del régimen, son la excusa para profundizar el ejercicio del terrorismo de Estado y la violencia selectiva contra toda la sociedad democrática y disidente, y contra todos los espacios, actores y expresiones que no acepten sumisamente la liquidación de las libertades civiles, sociales, económicas y democráticas contempladas en la Constitución vigente.
El desconocimiento de la farsa Constituyente por parte de un creciente número de países cuyos gobiernos se han manifestado abiertamente en su contra, conjugado con el mantenimiento de un modelo económico de controles y destrucción de empresas privadas, responsable de la actual hiperinflación, escasez y drama humanitario que convierte en una lotería mortal el poder adquirir medicamentos, medicinas, alimentos o lo necesario para subsistir, definen un escenario en el cual la resistencia de la sociedad democrática, en sus distintas formas, expresiones e instancias, al avance de la actual dictadura, traerá niveles de ingobernabilidad y duras pruebas para la defensa de la libertad en su más amplia y profunda acepción.
Siendo minoría política y electoral, Nicolás Maduro y el modelo de sometimiento institucional-represivo que pretende instalarse con la fraudulenta Asamblea Constituyente, aspira a convertir en política de Estado fallido, el apartheid político contra todo aquel que no acepte la obediencia y sumisión a sus designios. El ejemplo más evidente, es el del denominado carnet de la “patria”. Habrá que esperar si la cédula de identidad, perderá validez como herramienta de identidad, o si la “patria” pasará a ser definida sólo por las coordenadas geográficas, políticas e ideológicas de la tiranía, con la correlativa exclusión de cualquier derecho y garantía.
El circo de la mentira era previsible. Es esa su guarida. La verdad está en la calle, hecha clamor y hastío, fuerza y energía. A la lucha contra la infamia le falta atravesar trechos oscuros, de seguro cargados de dudas, temor e incertidumbre. La maldad hecha poder defiende su perpetua impunidad. Nos toca a nosotros evitarlo y recordarles que el cambio es una fuerza indetenible, y que anclados estamos en la firme voluntad de recuperar la libertad.
Hoy todo un país rechaza el fraudulento intento con barniz constituyente de aniquilar la República y la democracia venezolana. Hoy toda una sociedad rechaza ser convertida en un país por cárcel.
@alexeiguerra