Ya con Chávez y luego con Maduro y sus adictos han malversado la economía de esa nación en absurdos gastos sostenido –como no- en una desbordada corrupción, a la par que han venido destruyendo la producción y eliminando las fuentes de trabajo, además de introducir controles que han creado nuevas y obscenas formas de ingresos especialmente para los militares.
Claro está que mientras el régimen siga contando con el apoyo de ellos y con privilegios económicos, pese a que la inflación ya tantea a cifras superiores al 50 % mensual y una contracción de la riqueza en una tercera parte en estos tres últimos años, el pronóstico para Venezuela es de “carácter reservado”, como dirían los médicos.
Ahora, bajo la administración de Trump, Estados Unidos ha endurecido su diplomacia contra el régimen de Maduro y se ha ordenado la congelación de sus activos y la de sus principales allegados que se encuentren bajo la jurisdicción de este país, así como la prohibición de que sus ciudadanos o entidades hagan transacciones con él o con altos funcionarios venezolanos, aunque la posibilidad de imponer sanciones a la importación del petróleo llanero se ve lejos habida cuenta que ello podría afectar los precios del crudo y, paradójicamente, hacerlos incrementar si es que no existiese un acuerdo de los mayores países consumidores en bloquear las exportaciones.
Si bien, es improbable que haya acuerdo entre Estados Unidos y Rusia para ello, habida cuenta que Vladimir Putin ya se adelantó respaldando al régimen de Maduro aun cuando su eventual ayuda material no sería muy significativa, la actuación de China aun será de mesura y practicidad pese a su influencia en la Región.
La enorme deuda que Venezuela mantiene con el gigante asiático no es nada despreciable si las exportaciones del crudo se destinan sólo al pago de ella, aunque sí se encuentran muy preocupados si la crisis terminará afectando los grandísimos empréstitos; de ahí que ciertos trascendidos han advertido que, siguiendo su conocida sagacidad diplomática, agentes del gobierno chino habrían sostenido informales reuniones con líderes de la oposición llanera para que el pago de la deuda esté asegurada en el supuesto que se produzca un cambio de gobierno.
Pero el corolario para la democracia en Venezuela, entonces, no será simple; pues en tanto el régimen de Maduro siga cumpliendo con sus obligaciones internacionales para no caer en la cesación de pagos, especialmente con China, pareciera que la crisis venezolana sólo tendrá que seguir el fatal destino de una mayor confrontación interna, de una mayor brutal represión y de una mayor ruina económica.
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