El coordinador nacional de la juventud de Vente Venezuela, Fernando Marcano, afirmó este martes que los estados Bolívar, Amazonas y Delta Amacuro están viviendo “la inundación más grande de los últimos 41 años”, según testimonios de varios de los afectados por la situación de emergencia en esta región del país.
Nota de prensa
En la última semana, los estados de Guayana han enfrentado fuertes inundaciones en las comunidades vecinas a los ríos Caroní y Orinoco. Al menos 18 sectores entre Puerto Ordaz y San Félix, entre ellos la zona de Castillito, Campo Rojo y La Laja, se vieron bajo las aguas. Hoy, son más de 2500 los damnificados confirmados por la Comisión para los Derechos Humanos y la Ciudadanía (Codehciu).
“Hace un mes, no hace una semana, el régimen venezolano debió abrir las compuertas de la represa del Guri para que pasara el agua del río”, explicó Marcano.
El Coordinador nacional de Vente Joven señaló que son tantos los litros por segundo que pasan por las compuertas del río Caroní, que cuando llegan al Orinoco, con una corriente distinta, ocurre una especie de tapón que genera un desborde hacia los laterales.
A juicio del representante del partido de la libertad, el problema es que el régimen ocultó la cantidad de damnificados y jugó a la desinformación diciendo que todo estaba controlado, “pero la gran verdad es que aún queda un mes más de lluvias y la distancia que queda para que el Guri se desborde es de tres metros”.
Por otro lado, Carlos Pinelly, diputado de Vente Venezuela por el estado Delta Amacuro, indicó que “en sectores como El Castillito, del municipio Caroní, en Puerto Ordaz, el agua les llega hasta el pecho”.
“Todo es consecuencia del mal manejo de las estructuras de control. La situación se pudo evitar si hubiesen abierto antes las compuertas del Guri”, agregó.
Hablan los afectados
Los damnificados que ha dejado esta situación de emergencia dieron algunos testimonios bajo anonimato a los integrantes de Vente Joven en Bolívar.
“Definitivamente, hemos vivido días de angustia. El sábado en la noche nos hicieron correr desesperados porque dijeron en la radio que iban a abrir las compuertas completas, estábamos llenos de incertidumbre”, contó la madre de una familia.
“En 40 años que llevo aquí, es la primera vez que veo una situación así. En el año 1977 creció el río, pero jamás como este año. En mi comunidad ya hay más de 150 familias damnificadas”, explicó la guayanesa afectada.
Un venezolano que vive en el estado Bolívar desde hace 48 años aseguró, por su parte, que este es el desbordamiento más grande que se ha dado en 41 años. “Recuerdo que la última vez que llegó al mismo punto que ahora fue al final de la época de crecidas. Hoy todavía faltan 26 días de lluvias”, dijo.
Un show y mal manejo de embalses
El ingeniero eléctrico Miguel Lara, ex gerente general de la Oficina de Planificación del Sistema Interconectado (Opsis), hizo un análisis sobre la situación de la última semana en el embalse Guri, en el cual explica con detalles dos de los presuntos errores cometidos por el régimen.
“A principios de este mes, en un acto político, las compuertas del aliviadero del Guri se abrieron después de varios años sin operarse. Esta apertura, desde el punto de vista de la ingeniería del manejo de estos embalses, era tardía porque el nivel existente en el embalse de Guri ya era superior al que se debería tener cuando comienzan los 3 meses de mayores aportes en el año (julio-septiembre)”, señaló como primer error.
El segundo error -apuntó- es que “las obras civiles de Tocoma están inconclusas y a ello se suma la improvisación de un llenado de ese embalse mediante la construcción de un muro de contención, sin haberse completado debidamente las obras civiles, lo que limita a que el caudal proveniente aguas arribas no pueda exceder los 14.000 m3/seg. Tanto el embalse de Tocoma como el de Guri se encuentran a su máximo nivel y los caudales de aporte del Caroní son actualmente superiores a los 14000 m3/seg”.
Y concluyó: “El problema es, en esencia, el manejo errado de los embalses del bajo Caroní por directivos incapaces de comprender la dimensión de las decisiones que ellos imponen contrariando la ingeniería, sumado a la ya manifiesta negligencia en el mantenimiento de la infraestructura eléctrica y a la desmedida corrupción que ha convertido a Tocoma, así como muchos otros proyectos, en ícono mundial del robo y despilfarro de los dineros eléctricos”.