Me debato en una angustia teórica, metodológica y filosófica cuya respuesta se encuentra en el equilibrio siempre inestable entre ambas posturas. La primera, tiene una completa fe en nuestra disciplina como “ciencia de los hombres en el tiempo” (Marc Bloch), es decir, la aspiración de que la historia pueda: “narrar los hechos tal como sucedieron” (Leopold Von Ranke): la esperanza universitaria y académica en el concepto instrumental de objetividad a través de la manipulación de los documentos y el más estricto aparato crítico. No se concibe una buena historia si ésta no es veraz. No obstante, los historiadores somos unos ignorantes perennes, lo cual nos lleva a nuestra segunda postura: la historia es la mejor imaginación, un auténtico arte (Peter Burke y Jorge Luis Borges). Son más de las veces lo que intuimos que lo que sabemos a ciencia cierta de los hechos acaecidos en los siglos pasados. Además, esa “dictadura del documento”, en su mayor parte, de carácter oficial, es decir, con el punto de vista del status quo, es también tendencioso.
Son muy raros los historiadores que advierten que sus apreciaciones y conclusiones son sólo conjeturas en permanente proceso de revisión y superación. Qué básicamente abordamos medias verdades y que todo debe ser matizado dándole cabida a las más dispares voces que ofrezcan sustento analítico serio.
Recientemente el Dr. Fernando Falcón, Director del Postgrado de Ciencias Políticas de la UCV, me hacía unas observaciones muy pertinentes sobre mi trabajo desmitificador en torno a los héroes de nuestra Independencia Nacional. Señalando datos puntuales que desconocía: Don Pablo Morillo, el Pacificador, que vino a Venezuela con un Ejército Expedicionario con aproximadamente 10.000 veteranos en el año 1815, no fue un militar de carrera, es decir, no se formó en ninguna Escuela. Hasta el día de hoy, había subestimado las capacidades bélicas del “Ejército Libertador” por considerarlo un embrión mal formado con retazos de nuestra característica improvisación tropical. Y ante esto me dice el Dr. Falcón que gracias a la “instrucción” de algunos militares como Urdaneta, Sucre y Soublette junto al acompañamiento decisivo de los oficiales británicos se pudo construir una máquina de guerra eficiente y disciplinada entre los años 1819 y 1826. Además, agrega que Mariño fue formado por los ingleses en Trinidad y que Bolívar manejaba una concepción estratégica de la guerra de influjo básicamente francés.
El Dr. Fernando Falcón nos puso a pensar, y a dudar, sobre nuestra competencia, en un supuesto que creíamos saldado por la historiografía especializada de nuestra Independencia: “Aunque sorprenda, los llaneros de Boves se mantuvieron casi todos, fieles a la Corona hasta 1821…el Regimiento de Lanceros del Rey tenía 12 escuadrones a 200 hombres cada uno, pues saquen la cuenta…los llaneros de Páez, provenían casi todos de las huestes de Yáñez o Ñaña, como le llamaban. Al morir este en 1814, sus tropas, casi todas de Apure y Barinas se fueron agrupando en bandas armadas que, dos años después se plegaron a Páez como nuevo caudillo de los llanos. En síntesis, los llaneros de Páez eran casi todos antiguos jinetes realistas, pero no de Boves sino de Yáñez!!!”.
DR. ANGEL RAFAEL LOMBARDI BOSCAN
DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE LUZ
@LOMBARDIBOSCAN