Así pues, llegamos a un escollo político en que se debate arduamente sobre la injerencia de tropas extranjeras en suelo venezolano; nacionalismos exacerbados van y vienen, muchos por conveniencia, otros por cobardía, y unos cuantos sinceramente convencidos. No obstante, elementos comunes a la retórica discursiva de los tres grupos son: Bolívar, el bolivarianismo, lo bolivariano y toda aquella fanfarria histórica que aprendimos en los libros de primaria.
Cierto es que pareciera darse por sentada la absoluta incapacidad de la MUD para enfrentarse a la dictadura y salir bien plantada: piden a los militares que actúen, pero cuando lo hacen, entonces los rechazan. Piden a los ciudadanos que salga a la calle, pero los dejan solos. Suplican por ayuda internacional, y cuando la buena voluntad del mundo se materializa en algo más que comunicados estériles, entonces la rechazan. Si la MUD fuera un perro, en este preciso instante estaría dando vueltas sobre sí misma, persiguiendo su cola. Tristemente, para bien o para mal, eso es lo que tenemos.
Por otro lado, la cacareada y mediática Resistencia Armada, aparte de mandar videos de youtube periódicamente, no hace mayor cosa. De hecho, por estos días los venezolanos andamos muy pendientes de las entregas semanas de Juego de Tronos y de “La Resistencia” por igual. Los videos de “La Resistencia”, además de ser entretenidos, aportan una buena dosis de ocio al venezolano promedio, pues todos aquellos números, imágenes, símbolos y criptogramas masónicos le dan al asunto un clima sabrosón de tertulia conspirativa al mejor estilo del Código Da Vinci… pero solo eso… en la praxis, aquello se convirtió en un show.
Ahora bien ¿Qué opinaba Bolívar sobre la participación de tropas extranjeras en nuestros asuntos? Bueno, para empezar, debemos comentar que inicialmente la Guerra de Independencia no fue, como tal, una guerra entre venezolanos y españoles, sino que, en su génesis, nació como una guerra civil. En efecto, el debate político entre realistas y patriotas (todos venezolanos) devino indefectiblemente en una dolorosa guerra fratricida en que los hijos de una misma tierra se mataron mutuamente por tener posturas políticas disímiles.
Luego ¿Cómo no? Llegaron los verdaderos ejércitos españoles, y con el correr del tempo se hizo cada vez más obvio que sería imposible para los patriotas ganar la guerra por sí mismos, al menos no sin ayuda. Ello, debido a que la causa patriota no tenía muchos adeptos en el pueblo llano (recordemos que los cabecillas patriotas eran mantuanos) y por tanto estaban escasos de tropas… pero también de armas, de uniformes y en general, de todo los insumos necesarios para hacer la guerra.
Es justo en esta época desesperada, cuando Bolívar actuó guiado por un sano sentido de la practicidad y, terminó concluyendo que era necesario traer tropas extranjeras a pelear nuestra guerra. Ciertamente, Bolívar no se andaba con orgullos absurdos, era consciente de que, al fin y al cabo, si no recibía ayuda, el ideal republicano no sobreviviría. Al respecto, GÓMEZ JARAMILLO* nos refiere que Luis López Méndez fue autorizado personalmente por Bolívar para buscar apoyo militar de quienes quisieran luchar en las guerras independentistas.
Y fue así como comenzaron a zarpar de Londres, Amberes y Dublín embarcaciones tripuladas por oficiales y soldados ingleses, irlandeses, escoceses y alemanes. Con el coronel Hippisley, llegaron cinco navíos cargados de británicos, entre ellos 30 oficiales, y aunque finalmente él mismo se devolvió por incumplimientos en los pagos, muchos se quedaron, conformando la unidad de Rifles, que más adelante se llamaría “Carabobo” por su papel destacado en esta célebre batalla. En 1819, el coronel English y el capitán Elsam, reclutaron en Inglaterra 700 soldados que habían pertenecido al ejército de ocupación en Bélgica y Francia. De Alemania llegaron refuerzos en 1818, y el coronel Strenowitz, junto con López Méndez, reclutó en Bruselas un grupo de hannoverianos (alemanes).
Es así como encontramos que la primera independencia venezolana no fue un logro exclusivo de los propios venezolanos, sino que se trató de una obra de arte labrada a sangre y fuego por hombres de muchas nacionalidades que pelearon juntos, amalgamando sus vidas y las nuestras en pro de la más noble de las causas: la libertad. Respecto a estos soldados extranjeros, a quienes también debemos nuestra primera independencia, encontraremos que algunos de sus nombres son honrados en nuestras calles y avenidas, tal como es el caso de O’leary.
Por último, y como detalle curioso, debemos tener en cuenta también el célebre uniforme de gala rojo de la Guardia de Honor Presidencial, que no viene a ser otro más que el de húsares británicos… y aquel era el uniforme predilecto de Bolívar…
Víctor Jiménez Ures
* GÓMEZ JARAMILLO, Marcos. Revista Credencial Historia. Edición 247. JULIO DE 2010. (Bogotá – Colombia).