El Gobierno de Donald Trump ya ha tomado una decisión sobre su nueva estrategia de guerra en Afganistán, según confirmó hoy el secretario de Defensa estadounidense, James Mattis, quien aseguró estar satisfecho con el planteamiento. EFE
No obstante, Mattis se negó a dar detalles sobre el asunto, ya que deja en manos del mandatario dar más especificaciones sobre la nueva política en el país asiático, asediado aún por los talibanes tras casi 16 años de contienda.
“Estoy muy cómodo con que el proceso estratégico sea lo suficientemente riguroso”, dijo Mattis, a bordo del avión militar que lo llevó hoy de Washington a Ammán, Jordania.
Trump se reunió con su equipo de seguridad nacional en la residencia presidencial de Camp David (Maryland) este viernes para avanzar hacia una estrategia sobre Afganistán, una difícil decisión para un mandatario que hace unas semanas dijo no entender por qué Estados Unidos lleva tanto tiempo enfangado en un país tan remoto.
El mandatario trató de librarse de la incómoda decisión sobre Afganistán al conceder en junio a Mattis la autoridad de aumentar en hasta 3.900 las tropas en el país, pero el jefe del Pentágono se negó a enviar más soldados si Trump no autorizaba una estrategia clara.
Tras meses de debate, Trump tiene ahora tres opciones sobre la mesa, que incluyen el citado aumento de tropas, una retirada total y una solución intermedia, que consistiría en permitir que contratistas privados de seguridad asuman parte de la carga que ahora recae sobre las fuerzas estadounidenses.
Estados Unidos mantiene en Afganistán a cerca de 8.400 soldados como parte del operativo de la OTAN de asistencia a las fuerzas afganas y para desplegar operaciones antiterroristas.
Mattis no hizo mención hoy a la ausencia en esa reunión de Camp David de dos militares clave, el general Joseph Votel, quien como jefe del Mando Central es responsable de dirigir la guerra en Afganistán, y del principal comandante estadounidense sobre el terreno, John Nicholson.
Las expectativas sobre la decisión de Trump van desde un retiro total de las tropas, ya que el mandatario ha insinuado varias veces que no entiende tanta presencia estadounidense en el país asiático, o un modesto aumento en el esfuerzo de guerra de Estados Unidos con un envío adicional de entre 3.800 a 3.900 soldados.
El Pentágono considera insuficiente esa cifra para neutralizar a los insurgentes talibanes, que han ganado terreno en Afganistán desde 2015 y ahora controlan el 40 % del país, según un informe de este mes del Inspector Especial para Afganistán (SIGAR).
A Trump, que basó su campaña en el lema aislacionista “Estados Unidos primero”, no le gusta la idea de aumentar las tropas y, según medios estadounidenses, le atrae la opción de los contratistas.
El artífice de esa propuesta, el empresario Erik Prince, apuesta por enviar a 5.500 contratistas para que trabajen con las fuerzas afganas y entrenen a los batallones que combaten a los insurgentes, una privatización de las tareas más duras de la guerra que permitiría a los soldados centrarse en tareas antiterroristas.
Los comandantes militares afganos han mostrado claramente que quieren y esperan ayuda militar continua de Estados Unidos.