La mayoría de los dirigentes de la MUD está segura que, de realizarse las elecciones regionales el día de octubre que decida el gobierno, se desencadenará una avalancha de votos a su favor que dejará pálida a la suscitada el 6D del 2015.
Y para sustentar tan exultante pronóstico argumenta que, en el año y medio transcurrido entre las elecciones pasadas y las de octubre próximo, los índices económicos se han deteriorado hasta un 500 por ciento, la calidad de vida no ha descendido, ha desaparecido, y el rechazo a la gestión de Maduro ha rozado, por momentos, topes del 90 ciento.
Podría agregarse – para escépticos patológicos- el tema de los refugiados que, puede tomarse como el mejor indicativo del fracaso del modelo socialista y sus gestores y la solidaridad con nuestra democracia de una mayoría de países de la comunidad internacional que, ya no abriga dudas, que la solución a la catástrofe humanitaria venezolana pasa por la salida del dictador, Maduro.
Sin embargo, no toda la oposición -tanto en la expresión de sus líderes, como de sus partidos-, comparte tan ingenuo optimismo y, no porque las cifras del deterioro y de losíndices de rechazo puedan objetarse y no incidirían en los resultados electorales, sino porque dudan que el gobierno se arriesgue a reconocerlos y no nos aplique otro fraude como el de las elecciones a la constituyente que se celebraron el 30J.
Pero hay otros cuestionamientos que juzgo de mayor peso a la hora de enfrentarnos al dilema de votar o no votar y que me permito desglosar en preguntas para hacerlos más inteligibles a perplejos y no perplejos:
1) ¿No se votó abrumadoramente en las parlamentarias del 6D del 2015, no se obtuvo una victoria de cerca de 8 millones de votos que nos dieron mayoría absoluta en la AN, y no se prometió al país que, luego de recibir tamaño poder, revertiríamos la tendencia histórica hasta arrollar al castromadurimo?
2) ¿La dictadura, al otro día de conocerse la victoria, no empezó a deshilacharla, a caerle a machetazos, y anularla creando un Poder Legislativo paralelo, persistiendo en no cumplir la constitución, rechazando la realización del Referendo Revocatorio y de las elecciones regionales pautadas para diciembre y eligiendo, fraudulentamente, una Asamblea Nacional Constituyente que no se propone otra cosa que barrer con los últimos vestigio de la democracia en Venezuela?
3) ¿A los gobernadores electos en las regionales que se celebrarán en cualquier día de octubre no les ocurrirá lo mismo que a los diputados del 6D del 2015, se les anulará el mandato, se le crearán gobernaciones paralelas y al fin se les mandará a la cárcel o al exilio como a los 30 Alcaldes que se les mantiene presos o huyendo por el mundo?
En otras palabras que, lo que se está cuestionando en lo que toca a negarse a participar en las elecciones regionales, es al sistema electoral vigente como fuente de legitimación del poder, pues ha quedado claro que, la dictadura lo usó mientras contó con votos para poder contarse sin trampas, pero ahora, que no los tiene, o hace fraude o se niega a celebrar elecciones.
Pero, igual, puede recurrir a un mecanismo más perverso y letal, como es, reconocer los resultados y después perseguir a los funcionarios electos, mandarlos a la cárcel o al exilio y así pasar los que perdieron a ejercer el poder real que ya no cuenta con la presencia de quienes se lo ganaron, legítimamente, en las urnas.
Vale decir, como están alegando los líderes y partidos opositores que nacieron en la calle entre abril y junio del 2014 -y que en general tuvieron su bautizo de fuego en las gigantescas manifestaciones suscitadas entre abril y julio de este año-, que la fuente de legitimación del poder en Venezuela ya no está en las urnas, sino en la calle, porque, en las primeras, se puede ganar y perder, pero en la última, si se gana es para siempre.
A los efectos, no habría sino que anotar que el movimiento insurreccional de calle de febrero y junio del 2014, no derrocó la dictadura, pero si cambió la percepción del país y de la comunidad internacional hacia la misma, pues, desde entonces, creció la oposición de puertas adentro, y afuera, nacieron las gestiones y presiones para que Maduro dejaráde ser un dictador en ciernes y respetará la Constitución.
Pero, no es sino en las gigantescas manifestaciones de abril a julio de este año, donde pudo percibirse que, una confrontación de calle sostenida y persistente, erosiona los baluartes de la dictadura, los fractura y fragmenta y los debilita al extremo de que, progresivamente, en lo político y lo militar, sus estructuras se disuelven, se evaporan y comienzan a ser “tierra de nadie”.
En los tres meses transcurridos en el segundo trimestre del año, por ejemplo, un nuevo Poder Público se sumó a la oposición, la Fiscalía General de la República, se desencadenaron los sucesos de Fuerte Paramacay y en la mayoría de los cuarteles del país, se sintieron sacudidas que obligan a pensar que la unidad de las FAN en torno a la dictadura, es otro mito madurista.
Pero más importante fue que, las movilizaciones convocaron a todo el país y por días y noches, ciudades y pueblos del centro, el occidente, el oriente y el sur, se hicieron uno con Caracas y desafiaron a la dictadura al extremo de instrumentalizar gobiernos locales
Igual es de nuevo cuño, el cambio operado en multilaterales como la OEA, la ONU, la UE y el Mercosur que, cada día suben más y más la apuesta para que Venezuela recupere su democracia, y la del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, cuya administración, la del presidente, Donald Trump, no ha tenido empacho en admitir que no descartan una intervención militar si se hace necesaria para que los venezolanos derroquen la dictadura.
Este fue el contexto donde surgió la convocatoria de Maduro a sus parciales para elegir una Asamblea Nacional Constituyente que derogara la CRBV, la Bolivariana, redactada y aprobada en tiempos de Chávez, pero que ya no es necesaria, porque solo legitima el poder a través de las elecciones y el dictador pretende ahora, cuando no tiene votos, que sean la FAN y su partido quienes lo sostengan en el poder.
Contra la convocatoria de la ANC enfocó la protesta de calle la MUD durante todo el mes de julio, alegando, correctamente, que se dirigía a barrer contra todo vestigio de democracia en Venezuela y establecer las bases seudojurídicas de una dictadura marxista, militarista y neoteotalitaria.
Pero sin aclarar que, se podía perder la batalla por obligar al régimen a retirar la ANC, pero sin que ello significara que se detenía o aplazaba la lucha por derrocar la tiranía, destituir a Maduro y proceder a restaurar la democracia en Venezuela.
Sucedió que, en efecto, Maduro sostuvo la constituyente, la eligió mediante el fraude más escandaloso de la historia y, al par de instarla para proceder contra el ancian régimen anulando la Asamblea Nacional, convocó a unas elecciones para alcaldes y gobernadores en diciembre, como para que la oposición se olvidara de la ANC y pensara que, de ganar las gobernaciones y alcaldías, los dejarían gobernar.
Y por extraño que parezca, la mayoría de los partidos de la MUD (menos “Vente Venezuela” de María Corina Machado y “Alianza Bravo Pueblo” de Antonio Ledezma) se olvidaron de la calle -y aún de la AN- y empezaron a trajinar por una ilusión electoral con la que piensan ganar la totalidad de las gobernaciones en una fecha que, ya no será en diciembre, sino en un día de octubre no precisado.
Todo un escenario en la dirección opuesta a la estrategia que se trazó en abril, que parecióbrillar hasta que de nuevo surgió el espejismo electoralista y que tiene a la oposición democrática dividida en dos bloques: 1) Los que piensan que con las gobernaciones se ganan nuevos espacios para continuar la lucha. Y, 2) Quienes opinan que no, que se perdió un tiempo precioso en la continuidad de la lucha para seguir aislando a Maduro y derrocarlo, y que las elecciones no llegarán a realizarse, y si se realizan, será para cometer otro fraude gigantesco.
Los días pasan, sin embargo, septiembre ya está aquí y para agosto es seguro que podríamos decir que Maduro no llega al 2018, aunque no sabemos si el nuevo gobierno lo formarán la MUD o los sectores opositores que se unen en la coalición que llaman Resistencia.
Toda la oposición, entonces, se juega el futuro en sus apuestas, la MUD si gana o pierde las regionales y la Resistencia que la ve driblar en un campo minado de contrarios que conocen perfectamente con que pase pueden anularla y sacarla del terreno de juego para siempre.