Ese librito, generalmente de portada pintada en azul, es realmente el más valioso instrumento con el que contamos los venezolanos, para demostrarnos a nosotros mismos y al mundo civilizado cómo es que el país ha sido desviado de su rumbo institucional y democrático y de qué manera retomar el camino que veníamos andando. Por ello, es por lo que hoy debemos impedir que termine siendo coloreado de rojo.
Chávez, en su jerga populachera, por la importancia que le atribuía la comparaba con el Popol Vuh o Popol Wuj e n K´iche, lengua de la etnia quiché originaria de Guatemala que traducía, entre sus principales acepciones, Libro de la Comunidad. Y ese valor asignado a nuestra Carta magna por el líder de una porción de venezolanos que debemos admitir como considerable, cobra aún más importancia en la actualidad, cuando su vigencia debe ser aceptada y especialmente defendida por quienes nos aferramos a la hoy secuestrada institucionalidad democrática de la nación.
Claro está, siempre nos expondremos a la crítica ridículamente argumentada por quienes en el sector oficialista siguen sosteniendo que la oposición carece de autoridad moral para defenderla, cuando para el momento de su propuesta nos mostramos opuestos, o por lo menos insatisfechos, al documento que se debatía. Lo que no terminan de entender los voceros del régimen, incluyendo a quienes se autodefinen como intelectuales (del maduro-cabellismo) es que los auténticamente demócratas podemos discutir en su momento lo apropiado o inapropiado de cualquier instrumento jurídico o legal que se planteen, pero que una vez aprobado lo acatamos e incluso lo defendemos. Y eso, es precisamente lo que ocurre con lo que hoy llamamos el “librito azul”.
¿Y por qué la defendemos con la mayor vehemencia?, podría alguien preguntarse, y la respuesta es muy sencilla: porque aun considerando que contiene algunos vacíos, ese “librito azul” , cuyo nombre de pila es Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, ofrece la contestación a las más variadas interrogantes que en estos momentos de la extrema crisis que soportamos los venezolanos, debemos exhibir y pregonar ante el mundo, para demostrar que la inmensa mayoría de quienes rechazamos el estado de cosas que se nos trata de imponer, tenemos toda la razón legal para hacerlo.
Partiendo del origen de la crisis institucional que sufre la democracia venezolana, en ese “librito azul” podrá entenderse porqué es ilegal ese Tribunal Supremo de Justicia que, desde el momento de alcanzar la oposición una mayoría calificada ante la Asamblea Nacional, fue abruptamente irrumpida por los representantes del régimen en la AN que, en flagrante violación de por lo menos cinco artículos de la Constitución (112,255,263,264,265), además de la argucia del TSJ en ese momento constituido, de anular la elección de la representación indígena del Amazonas, con el propósito de burlar la decisión del soberano expresada en las elecciones del 5 de diciembre de 2015. Y de allí partió todo, para permitirle al régimen, a través de los poderes públicos cómplices, desconocer las funciones de la Asamblea Nacional y transferírselos al ilegal TSJ para que avalara todos los abusos del Ejecutivo, robarle a los venezolanos el derecho a revocar y elegir en las fechas previstas en la Constitución y finalmente completar su obra macabra con la imposición ilegal (Art.347) una Constituyente convertida en testaferra del presidente Maduro para transformar, sin plazo definido, el Estado de Derecho en un verdaderamente estado de sitio contra los venezolanos que hoy vivimos apresados en una red que cada momento nos envuelve y aprieta más.
De allí que la imposición de decretos que llegan hasta declarar “enemigos de la patria” a quienes realmente la defienden de los desmanes del gobierno sean, junto con todo el prontuario que exhibe el régimen, elementos que tomen en cuenta tanto en lo interno como en lo externo, instituciones y gobiernos de peso en la comunidad internacional, para considerar posiciones frente al gobierno venezolano. Y es por ello que, en medio de su soberbia, Maduro trata de convencer a la oposición sobre la necesidad de un milagroso diálogo que le insufle nuevos aires para mantenerse en el poder. Y de todo esto hay claridad en el mundo civilizado, por lo que la presión, puede dar sus resultados en función del anhelado deseo de los venezolanos de retornar a su democracia.
@JJMorenoA