Es cierto que un día después del 30J -y luego de perpetrar la dictadura el fraude electoral más escandaloso de la historia-, las gigantescas manifestaciones de calle que, desde abril, fueron la marca de la oposición venezolana se desinflaron, que la AN desplazó su epicentro político del Palacio Federal a la campaña por imponer sus candidatos a gobernadores en las elecciones regionales, y que la señal de que los cuarteles empezarían a moverse a favor de la oposición con la toma del Fuerte Paramacay también se hizo polvo y ceniza, no faltan voces que pregonan que ahora si la oposición pudo entrar en un coma profundo y que es más sensato esperar por “otra oposición” a que la actual cumpla con su oferta de derrocar a Maduro.
Sin embargo, un análisis más sereno y equilibrado de lo que sucede dentro y alrededor de la oposición venezolana, nos encuentra con un grupo de partidos movilizados en la celebración de las primarias para la escogencia de sus candidatos a las elecciones regionales, y a líderes y militantes fervorosamente ganados para luchas y jornadas que no consideran divorciadas, sino parte esencial del esfuerzo porque Venezuela recupere su democracia.
Debe notarse que, no son todos los partidos opositores los ganados para participar en las elecciones regionales, y de que al menos dos importantes, “Vente Venezuela” de María Corina Machado y “Alianza Bravo Pueblo” de Antonio Ledezma, se han declarado “abstencionistas”, pero sin que haya una guerra entre quienes quieran participar y quienes se niegan, y más bien pareciera haber un acuerdo tácito de que cada cual haga lo suyo, sin adversar al otro.
Quiere decir que, una oposición dividida y en guerra por pelearse territorios y militantes, no es un factor con que cuente la dictadura para reforzar su dominio y más bien debe conformarse con peleas pequeñas que nuestro Talleyrand tropical, Gonzalo Barrios, llamó una vez “protocolares”.
Por el Zulia anda, entonces, UNT, “Primero Justicia” y “Voluntad Popular” haciendo campañas por sus candidatos a las primarias sin que le merezcan un comentario a María Corina, ni a Ledezma e igual puede decirse de los desempeños de Olivares en Vargas, Velásquez en Bolívar y Requesens en Táchira, líderes como pocos de la calle, pero que al optar por la regionales, no pierden uno solo de sus galones.
Como María Corina, ni Ledezma tampoco sufren ataques del lado de los “participacionistas” y todos prefieren confundirse en los actos conjuntos donde son una sola oposición.
Todo lo cual nos remite a la presencia de una oposición siempre activa, promoviéndose e involucrándose en cualquier forma de participación política sin complejos ni remilgos y volcada hacia la pasión que al final del día une a todos: Maduro debe salir de la presidencia cuanto antes y sin más dilaciones.
De ahí que, sin calle, AN, ni militares que lo hostiguen, Maduro luce más que nunca al borde del colapso y la oposición, -independiente de que las regionales se realicen o le sean favorables o adversas-, en condiciones de empeñarse en otra campaña que si no le depara un final de año sin Maduro, si podría desplazarlo de Miraflores en el primer semestre del próximo año.
¿Qué de cuál sombrero de mago predictor saco datos tan optimistas y en la vía contraria a lo que opinan hoy políticos, politólogos, formadores de opinión y comunicadores nacionales e internacionales que, después del 30J, han construido una suerte de “Muro de los Lamentos” sobre el que lloran a diario, no solo la derrota del movimiento de calle que a partir de abril proclamó la caída de la dictadura de Maduro, sino de la imposibilidad de que Venezuela vuelva a recuperar la democracia que fue emblema de éxito y estabilidad en el continente y en el mundo?.
Pues de la naturaleza intrínsecamente perversa, cruel, inútil e incorregible del modelo o sistema socialista, totalitario y marxista que, fusionado en el caso venezolano con la delincuencia organizada, el narcotráfico y el terrorismo, devino en una monstruosidad intolerable para las sociedades y países que lo sufren directa o indirectamente y sin más escapes que enfrentarlo para extirpar tamaña disformación histórica.
Y ninguna iniciativa mejor para demostrarlo que, las sanciones económicas que hace dos semanas decretó el gobierno de Donald Trump contra la dictadura de Maduro, subsecuentes a las políticas que desde la Administración Obama aplican los Estados Unidos contra el dictador y que señalan de que, al menos la primera democracia del mundo, no dejará solos a los demócratas de Venezuela para que derroquen la dictadura y juzguen a los culpables de la peor tragedia que ha sufrido el país en toda su historia.
Pero tan alentadoras como las sanciones llegadas del Norte, son el respaldo que han encontrado las mismas entre los países democráticos de la parte Sur de América, gobiernos como los de México, Guatemala, Panamá, Colombia, Perú, Brasil y Argentina que ya no dudan en que, si se hacen necesarias soluciones extremas, habrá que adoptarlas.
La UE también ha hablado fuerte ahora y con voz casi unánime: el régimen de Maduro es una dictadura, de la misma ralea de la de Lukashenko en Bieolorrusia y Yanukovic en Ucraína y debe ser objeto de las presiones, sanciones y acciones para que los movimientos democráticos que actúen contra él lo desplacen del poder y restauren la democracia.
En otras palabras que, acorralada en el frente internacional que ya se curó de darle cheques en blanco para que burle cualquier acuerdo pactado con la oposición, el dictador y su pandilla dependen más y más de que la MUD no vuelva a desafiarlo en la calle, se resigne a que tiene que convivir con “el idiota de la familia”, y lo que es más, aceptarlo como pater dictator el tiempo que le de la gana.
Ilusión perdida, porque la participación en las elecciones regionales de un grupo de partidos de la MUD, en ningún sentido significa no volver a retomar la calle, no plantearle la lucha en el terreno que se haga necesaria, ni esperar por un tiempo no pautado ni establecido la fecha final en que se le dará el empellón definitivo.
Es todo lo contrario, cualquier iniciativa opositora que no esté signada por el apaciguamiento y la búsqueda de coexistencias imposibles, agrega agua al molino del colapso dictatorial y su sustitución por un gobierno de transición que se proponga la restauración de la democracia.
Lo declaró el jueves el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, quien, a su vez, dio por destruida la democracia venezolana, sin duda que, haciéndose eco de la mayoría de los Jefes de Estado de la región que, ya no ocultan la urgencia de que Venezuela recupere su democracia y vuelva a jugar el rol que durante 40 años desempeñó en América y en el mundo.
No se nos escapa que aún queda mucho por hacer, sobre todo en la consolidación de la Unidad opositora que sigue resintiéndose de la disparidad de opiniones a la hora de establecer una estrategia común para que una mayoría de líderes, partidos y ciudadanos se hagan uno en la cruzada definitiva para que la dictadura no tenga otra salida que entregar el poder.
Pero la democracia es diversa y si sus logros no advienen con la rapidez de los que actúan a las órdenes de caudillos y redentores, si construyen victorias más sólidas, estables y de largo aliento, como que están amalgamadas por la arcilla de quienes discuten y proceden por convicción, realismo y carácter.
La actual división opositora sobre si participar o no en las regionales, puede inscribirse en estas bifurcaciones que, no obstante, no pierden de vista el objetivo fundamental, irreemplazable e irrenunciable que, es la derrota de la dictadura de Maduro y su sustitución por una democracia constitucional donde la división de los poderes, la pluralidad, la defensa de los derechos humanos y el respeto a las minorías sean la norma y no la excepción en una Venezuela reconstruida, restaurada y lanzada a la recuperación del tiempo perdido.