¡Tu palabra es tu legado y es todo lo que tú tienes, has todo el dinero que puedas, todo es mucho más fácil con dinero, hijo!. ¡Hay tantas cosas buenas allá afuera para ti! ¡Te quiero, hijo! Son palabras con las que se despide de su hijo de 11 años el personaje de la película “John Q”, interpretado por Denzel Washington.
Esta cita, podría decir que es el recetario ideal para tener una buena vida y ser una buena persona. El logos, que en griego significa “la palabra” es el bien más preciado que pueda poseer el ser humano, bastaba en otras épocas solo estrechar manos, para cerrar contratos, en las cuales “la palabra” era el acto volitivo por experiencia. Contra ella no existe ninguna otra figura jurídica o moral que la supere.
¡Nuestra Palabra! es lo único que tenemos, es el indicador de la clase de persona que somos, es nuestro legado y es todo lo que tú tienes, y si la perdemos no somos nada. Si nadie cree en nosotros, es porque no hemos merecido que nos crean y viceversa. Es lamentable, pero en nuestros tiempos, muchas personas no le dan la importancia necesaria a esto y no se dan cuenta de cómo poco a poco van degradando el valor de lo que dicen.
En especial, la clase Política venezolana ha perdido la credibilidad, inventando sofismas, falsas expectativas, zonas grises del mercadeo político, alegando que la Política es así. Lo vemos en las campañas electorales ofreciendo lo imposible de materializar, y hay quienes aún les vuelven a creer a pesar del incumplimiento de la palabra empeñada.
Hay quienes dicen, que cada quien tiene lo que merece, yo afirmo que quien calla es dueño de su silencio y quien habla es esclavo de lo que dice. Por lo que me convenzo a diario, que nuestra clase política está vencida, no tiene margen de credibilidad, por más oficialista que ésta sea o por más opositora que exista.
Cada quien justifica en sí, su barbarie, inmersos en la industria de la estupidez y el de la inmediatez; alegando que el que no arriesga no sacrifica; no hemos logrado los objetivos por ahora; vayamos a las marchas pero separados, en fin una cantidad de promesas que no cumplen y luego se excusan por no cumplirlas, buscando la paja que hay en el ojo ajeno, sin ver la viga en el ojo propio.
Se piensa que la palabra de la persona se deteriora únicamente cuando uno dice grandes mentiras, y como la mayoría de las personas casi nunca dice grandes mentiras, entonces piensan que el grado de confianza que inspiran siempre estará intacto.
A mi entender, son los pequeños detalles cotidianos los que hacen que creas o dejes de creer en algo o en alguien. La confianza no se puede comprar, sino que debes ganártela. Se le debe dar la importancia que merece, después de todo, tu palabra es tu legado y es todo lo que tú tienes.
“Renaldo Otolina” dijo: “Si las cosas siguen por este camino, con una sociedad indolente, no preparada, donde la gente pretende que otros les resuelvan sus asuntos a cambio de que les regalen las cosas. Donde el gobierno se mete en donde se le da la gana, simplemente porque sí, sin el respeto a los principios morales y legales.” Entonces estamos en el dilema eterno de que en las crisis unos lloran y otros venden pañuelos, donde todos lloran y pocos venden los pañuelos.
Hemos nacido todos con un solo fin, vivir felices, cómodos y en abundancia, pero sucede que en la experiencia como humanos, necesitamos pasar por procesos de transformación que comúnmente llamamos crisis.
La crisis tiene mensajes únicamente para quien la está viviendo, la crisis exige cambios sustanciales, profundos, suele ser incomoda, lenta, ansiosa y muy dramática. Siempre que vivamos la crisis con sufrimiento y emocionalidad negativa, nuestro cuerpo se daña, se enferma, entonces aceptemos la crisis y comencemos a ser creativos, propósitores, emprendedores y valorar la palabra.
La mejor expresión de la inteligencia de una persona está en su capacidad de adaptarse, convertir cada situación en una oportunidad, aprender a disfrutar cada minuto de la vida. Cuando comenzamos a comprender que no tiene sentido sufrir y que la felicidad no consiste en esperar que las cosas te lleguen, sino, en reconocerse capaz de buscar y aprovechar las cosas que vienen, nos daremos cuenta que lo único que tenemos es nuestra palabra y si la perdemos no somos nada.
Gervis Medina
Abogado.