Hay que hablar poco y decir mucho,
hay que hacer mucho
y que nos parezca poco…
Gloria Fuertes, poeta madrileña
Nunca ha sido fácil ni rápido liberarse de las dictaduras. Están concebidas para eternizarse. Eso lo comprende ya la gran mayoría del país que lucha por la vuelta a la democracia. Tras desaciertos, ingenuidades, triunfos y derrotas, la oposición también ya entiende que no existe un camino único, que como recomendaba el viejo zorro Talleyrand, “siempre hay que estar en condiciones de escoger entre alternativas”. Con visión amplia, la Mesa de la Unidad Democrática, luego de los cien dias de intensa y cruenta protesta en las calles que produjo el desenmascaramiento mundial del régimen, está consolidando ese logro en reuniones cruciales con los centros de poder de Europa y América; está exigiendo las condiciones para una posible –y deseable- negociación para una salida democrática; y simultanemente, utiliza el espacio de las elecciones regionales para imponer su mayoría, aun sin la pulcritud electoral exigible.
Lamentablemente, un grupo de importantes dirigentes continúa aferrado a una sola forma de lucha y enfrenta y descalifica las acciones emprendidas por la MUD. Difícil entender que no entiendan. Nos llevan a recordar aquella afirmación de que la política es un arte, el arte de lo posible. Si al igual que para las bellas artes es necesario un talento que la naturaleza no reparte equitativamente, se explica por qué a muchos de los que se aficionan a la política, por más empeño y tiempo que le dediquen, nunca les llega la necesaria inspiración.
Probablemente quienes continúan anclados al estribillo de “¡Salir de este gobierno ya!” sin presentar una hoja de ruta concreta, nunca escucharon en la escuela la fábula de la tortuga y la liebre…