En las sociedades altamente democráticas el ejercicio del sufragio se convierte en práctica habitual de los ciudadanos para decidir los asuntos que a todos les compete y son relevantes a sus intereses. Ciertamente, en esas sociedades, existen todas las garantías y el respeto para reflejar en los resultados, la expresión exacta de la voluntad popular.
Si bien ese es el deber ser, las reservas que se tengan sobre la transparencias de los resultados, no puede constituir una limitante para ejercer el sufragio; menos aún, cuando en oportunidades anteriores se hayan logrado resultados favorables. Lo lógico es redoblar la vigilancia en los centros de votación para garantizar, por todos, el respeto a la voluntad popular y luchar hasta alcanzar condiciones de transparencia.
Por otra parte, la abstención, como acto de protesta, no evitará que el acto de votación se concrete, cuyo resultado estará revestido de legalidad al ser convocado conforme a la ley. Si llegara a lograrse una participación mayoritaria, le conferirá legitimidad. El ejercicio del voto no es excluyente, en modo alguno, con la realización de acciones de protesta que la ciudadanía puede y debe mantener, para exigir la observancia de otros derechos o como manifestación de inconformidad y rechazo a otras acciones y políticas gubernamentales. Por el contario, el ejercicio masivo del voto opositor al gobierno, se convierte en sí mismo, en un invalorable acto de protesta e incidiría en un mayor deterioro de las fuerzas progubernamentales, al perder nuevos espacios que pasarían a la oposición.
El gobierno decidió unilateralmente, como parte de su agenda política, convocar y adelantar las elecciones para designar gobernadores. No surgió esa decisión como consecuencia de una negociación, sino más bien, como una táctica distraccionista para ganar tiempo en el poder, sofocar la protesta de calle, obligar la oposición a bajar la presión y evadir el desgaste sufrido hasta el presente. Tal como lo hicieron con la constituyente, la elección de gobernadores va porque sí. Nadie puede negar que el gobierno, aun cuando desacreditado nacional e internacionalmente, minimizado en apoyo popular y con una gran pérdida de legitimidad encima, conserva importantes estamentos de poder que le confieren una gran discrecionalidad para mantenerse y hasta levantarse. La elección de gobernadores representa una oportunidad para ambos sectores: gobierno y oposición. El 16 de octubre tendremos un escenario diferente, dependiendo del resultado. Del mismo puede salir un gobierno relegitimado o la ratificación de la decisión de un pueblo, dispuesto a recuperar su bienestar y progreso en paz y libertad.
El ejercicio del voto es la manifestación democrática de mi voluntad para decidir, en paz y libertad, sobre aquello que pueda, directa o indirectamente, afectar mi futuro, el de mi familia, la comunidad o el País. Por ello, el próximo 15 de octubre acudiré con entusiasmo, a votar por JUAN PABLO GUANIPA VILLALOBOS para gobernar mi Estado Zulia, seguro como estoy por conocerle, que él posee la formación y vocación de servicio necesaria para impulsar una gestión de gobierno positiva para nuestra región, orientada por principios de Honestidad, Transparencia, Eficiencia, Calidad, Innovación y Responsabilidad Social, con la ayuda de todos nosotros. La renovación y el cambio de líderes, son fundamentales para el avance de las organizaciones y la gobernación del Zulia no escapa a esa exigencia. Vamos todos a votar ese día. ¡Ejerce tu poder de decisión!