Un brocal en la avenida Libertador sirve de barbería. Esta es solo una de muchas. Allí, en un espacio menor a cuatro metros cuadrados, se hacen todo tipo de cortes; desde el más clásico con navaja, hasta el degradado con hojilla, reseña el diario Panorama.
El ruido de la máquina de afeitar es opacado por el bullicio típico del centro de Maracaibo. Cornetas sonando, motores “roncando” en la carretera, gente que va y viene de un lado a otro de prisa secándose el sudor. El humo de los carros se concentra, mientras el cabello va cayendo poco a poco al pavimento. “Córtatelo coco raspao”, le grita un vendedor de guarapo de panela con limón al cliente de turno.
“El gato” tiene una cola de tres hombres; todos esperan su turno parados buscando la sombrita en un viejo paraguas de una vendedora de tequeños que está justamente al lado de la barbería de calle. El barbero de 21 años tiene su clientela fija que se “pela” una vez al mes en “La Libertador”, la mayoría lo busca por la “buena mano” que tiene. En un día flojo atiende en promedio a cinco personas y en uno bueno fácilmente a 15. “Los sábados no paro, siempre estoy full”, dice.
El merengue rapeado de un dominicano suena a todo volumen en el reproductor de pent drive que tiene “El gato” sobre un taburete de madera pulido. La música lo hace olvidar por un momento que está en el centro. Suena Eddy Herrera mientras le va dando forma con una hojilla a la barba de su cliente. El secador, las tijeras, maquinas, peines, gelatina y talco están guindados con ganchos de ropa al lado de un enorme espejo. “Si los pongo en el piso se los pueden robar, cualquiera que pase lo agarra y sale corriendo”, comenta.
Los cortes son solidarios. Tres mil bolívares es el precio del más económico, que es “solo máquina y tijeras”. El más caro vale “cinco bolos”; incluye degradado con navaja y “figuras” en la cabeza. Trabaja todos los días a partir de las 8:00 de la mañana y a las 4:00 de la tarde ya está recogiendo sus instrumentos de trabajo para irse a casa.
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