Lo que no se creía posible está en vías de ser una realidad: que el gobierno aceptara participar en unas elecciones en las que perdería en números absolutos y en cargos asignados. La política está modificándose y retomando un nuevo lugar.
Fue difícil, complicado y costoso. La oposición mostró en la jornada que se inició en abril la amplitud y la firmeza del rechazo a una forma nociva de gobernar. Sin esa movilización del descontento, sin pronunciamientos como los de la Iglesia, las universidades, los gremios profesionales y empresariales no se hubiera activado la solidaridad del planeta con la lucha nacional por la democracia y la constitución.
El 15 de octubre los electores podrán, en un día, ratificar o cambiar a todos los Ejecutivos Regionales, una estructura fundamental para resolver problemas prioritarios en los Estados y para integrar todos los aportes que requiere una estrategia de desarrollo regional. Reconquistar la democracia supone debilitar el presidencialismo, la planificación centralista y la arbitrariedad en la asignación de recursos a las gobernaciones.
El 15 de octubre tendremos gobernadores para promover una nueva alianza entre factores políticos, del mundo de la producción y del trabajo, fuerzas del conocimiento y ciudadanía responsable. Un punto de partida hacia otras modalidades de relación democrática entre poder civil y la Fuerza Armada.
El 15 de octubre, los seguidores del proyecto podrán expresar su voluntad de retornar a las vías constitucionales para conquistar, ejercer y entregar el poder. Un aporte importante para llegar a una competencia civilizada entre proyectos rivales de sociedad.
No podemos asegurar cuantos gobernadores de la Unidad van a ganar, pero sí podemos contribuir con los mejores resultados posibles, en un cuadro donde es poco probable una caída y mesa limpia.
Votar es ya un cambio. Por eso, nos importa también avanzar en función de objetivos no electorales: ejercer la política como pedagogía cívica, promover la organización y la conciencia de una ciudadanía responsable, establecer alianzas entre mundo partidista y organizaciones civiles y especialmente, sellar un auténtico compromiso abajo con aquellos cuyas vidas están siendo destrozadas por la crisis.
Hay que ganar para devolverle al país el futuro que ha perdido. En vez de recordar que éramos felices y no lo sabíamos, descubrir que en la unión, en el trabajo, en la creatividad hay un mundo de oportunidades para sembrar felicidad. Ese solo cambio de perspectiva es incompatible con la reproducción de los valores y prácticas que sostienen un modo anacrónico de gobernar, se pertenezca a cualquiera de los dos lados que van por el triunfo.
Lo primero sigue siendo, votar y ganar. Claro, los que prefieran dejar que el poder siga haciendo de las suyas, que se queden en su casa echándole una mano a Maduro.