Consabido, Venezuela es un país mayoritariamente joven, con un porcentaje significativo menor de treinta años de edad de los cuales, dieciocho, bajo un mismo gobierno. No saben de otro régimen en este siglo XXI que tampoco imaginan lo prometedor que fue. Antes, con todos los problemas reales y ficticios a cuestas, respirábamos esperanza y optimismo; ahora, domina el pesimismo y el desaliento.
Son variados los factores y las situaciones que dejan constancia de ese ambiente de pesadez generalizada, aunque – repetimos – somos un país de una juventud innegable. Para citar un solo aspecto, las trampas y triquiñuelas, las mentiras y las constantes maniobras del gobierno, permean o desean permear a toda la sociedad para convertirse en un hábito, junto a la intolerancia, el irrespeto y la agresión. La tentación es la de tirar la toalla, como decimos los venezolanos, en cualquier momento, obstinados por una realidad que nos oprime.
Sin embargo, no debemos ayudar al cumplimiento del objetivo dictatorial: rendirnos, porque no olvidemos que los venezolanos nacimos en medio de la adversidad y, con muchos sacrificios, también cruzamos las fronteras para llevar la libertad a todo el continente. Significa recobrar urgentemente el sentido de la lucha y, sobre todo, acordarnos para transitar el mismo camino hacia la libertad, la democracia, el respeto, la tolerancia, superando el mal. Nada importan las naturales diferencias políticas e ideológicas, ni las creencias religiosas, la raza, la orientación sexual que trata de atizar la dictadura, sembrándonos de cizaña, para cada día dividirnos y así evitar un punto de encuentro que nos lleve a la construcción de una mejor Venezuela.
Confrontaremos de nuevo a este régimen en este mes electoral, armados con nuestra voluntad democrática, y, con la mejor de las armas que es el voto, a pesar del sabotaje y la desmotivación que el terrorismo psicológico creados desde los laboratorios desde la Habana dirigen y ejercen, estos gobernantes que no tienen un fin más que de mantenerse en el poder. Abstenerse no ayudará a nuestro propósito de bien. E, incluso, los candidatos deben entender que van más allá de las toldas políticas a las que pertenecen, porque – en cada instante – los venezolanos nos reencontramos con esa realidad opresora, en medio de nuestra lógica diversidad, cada vez que así lo decidimos y también lo aplaudimos en desmedro de la división propugnada desde el poder.
Luchar con tesonera esperanza, sabiendo que la fe ha de traducirse en obras, para recuperar los espacios por más que intenten cerrar y blindar la puerta, es empujar todos juntos el ideario libertador. Aceptar con humildad que nadie, por hábil, inspirado e iluminado que se sienta, por sí solo puede abrirla. Con fuerza de juventud, es necesario avanzar, no capitular, hasta lograr entrar de verdad en este siglo XXI del que somos todavía ajenos, aún casi veinte años después de inaugurado. Convirtámonos en esos libertadores de nueva era, honremos a diario, a todos esos jóvenes que se han sacrificado por recuperar la democracia, ellos al igual que nuestros libertadores se sacrificaron y hasta dieron la vida, por un mejor vivir. Recordemos que la lucha debe ser siempre en todos los escenarios.
@freddyamarcano