Anabelle es una niña de cinco años que nació en Bacólod, una ciudad costera de Filipinas, a la que se conoce como “La Ciudad de las Sonrisas”. Pero en su vida, como en la de su familia, esta expresión de alegría, de dicha, no era algo común, reseña Infobae.
Hija de un tercer matrimonio, la niña nunca llegó a conocer a su padre, quien está en prisión aún antes de su nacimiento por venta ilegal de drogas. La vida en su hogar no es sencilla, comparte una pequeña habitación junto a seis hermanos, donde no tienen acceso a los servicios básicos, como el agua potable o el gas.
A los dos años, la ya dura infancia de Anabelle tuvo un giro aún más trágico, cuando su madre la vendió por 100 dólares a un grupo de traficantes. Fue obligada a pedir en las calles para solventar al “sindicato” que la tenía cautiva, que la explotaba como a una esclava. En aquellos días, la despertaban por la mañana muy temprano, le pegaban con palos en la cabeza para que llorara. Luego, la llevaban a alguna esquina populosa, para que sus ojos hinchados en lágrimas conmoviesen aún más a los transeúntes. La fórmula de los criminales estaba probada por años de explotación infantil, mientras más lástima generaba en la gente, mayor era el dinero que podían recaudar.
Los criminales tomaron ventaja de su aspecto. La niña sufría del Síndrome de Crouzon, una rara enfermedad genética también llamada disostosis craneofacial congénita, que se caracteriza por malformaciones del cráneo -lo que limitaba el desarrollo del cerebro- y de la cara.
Estas características físicas hacían de Anabelle una de las preferidas del sindicato criminal que se aprovechaba de ella. Siempre estaba acompañada por una mujer que hacía las veces de “madre” para el engaño, una mujer que la cargaba en sus brazos y que también vivía su propio infierno: había sido quemada varias veces por los mismos malvivientes para que generase empatía con mayor rapidez en la gente. La pareja, madre e hija del horror, reunían grandes montos de dinero.
Anabelle fue rescatada en el año 2016 por la Kalipay Negrense Foundation, una organización que alberga a más de 200 niños rescatados de las mafias. Era la salvación dentro un infierno que parecía extenderse cada vez más y que cada día arrebataba un poco más de sus sueños, de sus deseos, de sus ganas de vivir.
“Este mismo año me encontraba trabajando en la fundación. Anna me pidió una reunión, y debido a mi historia con Saun en Laos, me encomendó la vida de Annabelle”, precisó su amigo argentino.
“Cuando la vi por primera vez sentí una profunda conexión con ella y su historia. La decisión de ayudarla ya era un hecho. Había que actuar. La niña necesitaba ayuda. El primer paso fue volar hasta la capital, Manila, para realizar los estudios correspondientes. Fueron días de pediatras, odontólogos y neurólogos: la respuesta era unánime, había que operar urgente”, agregó.
Fue un proceso complicado, una situación muy delicada, en la que el paso del tiempo era una amenaza constante. Pero nuevamente todo el esfuerzo valió la pena. Anabelle salió con éxito de la cirugía craneal, dando lugar a que el cerebro pueda crecer. Se curó completamente y hoy conoce el significado de disfrutar, de divertirse. De vivir.
Corre, juega y comenzó el colegio. Además, ayuda en todos los quehaceres de la fundación, no sufre más de dolores y, por primera vez, comprende lo que significa pensar a futuro. Parece un detalle pequeño, pero el solo hecho de hacer la tarea para el otro día, una actividad común para la mayoría de los niños, la motiva, le ilumina los ojos.
Gonzalo Erize es un joven argentino que se dedica a recorrer el mundo rescatando personas que están en una situación de extrema vulnerabilidad. Armó una red de personas solidarias con la misma pasión y sensibilidad que él y fundó la organización Saun Life.