Con la crisis humanitaria repuntan enfermedades erradicadas a mediados del siglo pasado en el país bolivariano
“Le pido al Gobierno, por favor, que nos ayude con los medicamentos, si no, nos vamos morir con paludismo… Tengo a mis hijos Juan Carlos Aname y Estefanía Sierra, sufriendo de paludismo. Fui a Machiques y no hay tratamiento; y en Los Ángeles del Tokuko tampoco hay tratamiento”.
Así de desgarradora es la súplica de Fanny Anane, una indígena que vive en el estado Zulia (Venezuela). La joven madre implora al Gobierno socialista de Nicolás Maduro, el envío de medicamentos para tratar esta enfermedad que había sido erradicada del país a mediados del siglo pasado.
“Por favor, ayúdennos con los medicamentos”, reitera en un video enviado a Aleteia por fray Nelson Sandoval, director de Los Ángeles del Tokuko, un centro misionero fundado en Machiques, el 2 de octubre de 1945.
“No solamente son mis hijos, también hay muchas otras personas aquí, afectados por el paludismo”, dice la mujer, haciéndose eco de otros miembros de su comunidad igualmente afectados por el paludismo o malaria.
En el video aparecen sus dos hijos adolescentes: Juan Carlos y Estefanía. La niña ya está “tirada” en una cama de la humilde vivienda; el varón, aunque también “sufre los escalofríos” de esta enfermedad, todavía se mantiene en pie, mostrando al mundo su inocente rostro indígena.
¿Qué es el paludismo o malaria?
Según la Organización Mundial de la Salud, OMS, el paludismo es causado por un parásito denominado Plasmodium que se transmite a través de la picadura de mosquitos infectados. Entre los síntomas destacan la fiebre, las cefaleas y los vómitos, que aparecen 10 a 15 días después de la picadura del insecto.
Si no se trata rápidamente, el paludismo puede poner en peligro la vida del paciente en poco tiempo, pues altera el aporte de sangre a los órganos vitales. Actualmente está presente en países pobres del África Subsahariana y algunos de Sudamérica. En Venezuela las cifras se mantuvieron escondidas o “maquilladas” en los tres últimos lustros, pero en 2016, ya eran inocultables.
Paludismo en Venezuela. El repunte del paludismo en Venezuela ha sido cruel. En 2014 se registraron 90.000 casos según las cifras oficiales; en 2015, ocurrieron 136.042 casos; y el año 2016, según el último boletín epidemiológico, se revelaron 240.613 casos. En 2017 no hay registros oficiales, pero los expertos proyectan cerca de un millón de casos.
Los estados hacia el sur de Venezuela como Amazonas, Bolívar y Delta Amacuro siempre han tenido la presencia de esta enfermedad aunque controlada. No obstante, ha pasado sus límites y ahora se ubica en los centros urbanos, incluida el Área Metropolitana de Caracas, y el occidente venezolano.
Caso emblemático. Tal vez, el caso más conocido por el dramatismo que conllevó, fue el fallecimiento de una doctora recién egresada de la Universidad de Oriente, el 30 de julio de 2017. Migdín Mujica, tenía 30 años de edad y 12 semanas de embarazo. Se contagió de paludismo durante su pasantía rural en Caicara del Orinoco (Bolívar). Al complicarse sufrió el aborto, y ante la falta del tratamiento, se convirtió en una de las incontables víctimas de la malaria.
El caso de esta médico fue reseñado por diversos medios de comunicación, pero no parece ser la misma situación con la historia de Fanny Anaime en Los Ángeles del Tokuko. El clamor por sus hijos y vecinos corre el riesgo de ahogarse entre las montañas de la Sierra de Perijá y el desinterés del Gobierno de Maduro, que todavía se muestra reticente a abrir un canal humanitario.
El grito de Anaime y el miedo a perder a sus seres más queridos, busca motivar a que “alguien” del Gobierno pueda hacer “algo” por ellos. “Le pido al gobierno, por favor, que nos ayude, si no, nos vamos morir con paludismo”, dice con dignidad y aguantando su dolor. Ella, tal vez no sabe, que los indígenas están considerados entre “los más olvidados” del mundo.
Prensa CEV