Hoy en Venezuela asistimos a un evento electoral marcado por la desigualdad profunda, grosera y artera del proceso. Nacido de los acuerdos para detener la crisis de 2015 y 2016, agudizada por la negativa del gobierno a realizar estas y otras actividades establecidas y enmarcadas en la propia institucionalidad de 1999
Desde el punto de vista del gobierno apunta a una “ganancia” sustanciosa de sus actores. Desde el punto de vista de la oposición la “ganancia” sería electoral. El balance dará como resultado la escogencia de nuevos gobernadores.
Todos, como los actuales, sometidos a un férreo control, que ni a elementos considerados eficientes en el pasado, hoy la realidad les cobra la negligencia e ineptitud de los últimos cuatro años.
El socialesclavismo venezolano está en una fase débil, pero no necesariamente fenecido. Tiene recursos provenientes de 300 mil barriles diarios de petróleo que “nadie” controla, junto a la emisión de dinero inorgánico, que ya ni siquiera necesita de respaldo en papel, pues se hace vía electrónica, generando el impuesto/inflación más elevado del mundo.
Los resultados de este domingo apuntan al afloramiento de una nueva dimensión política, pues dará luces de los 15 millones de votos que se disputan las partes. Lamentablemente no será óbice para que el deslave político y económico finalice. Entraremos en una nueva fase del conflicto marcado por la desigualdad, que ya parece indetenible y permanente en la realidad venezolana.
Bladimir Díaz Borges
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