El pueblo está sorprendido por los resultados electorales. Las encuestas se equivocaron. Es inverosímil que con un nivel de deterioro tan acentuado a todos los niveles, todavía el gobierno pueda manejar una elección. Especialmente porque es una fábrica de pobres y mendigos.
Vivimos un proceso viciado de principio a fin. Las irregularidades fueron de todo tipo: inhabilitaciones de aspirantes, prohibición de sustitución de candidatos, reubicación de electores y de centros en lugares apartados, abusiva campaña sucia y prolongada en los medios de comunicación, un estado volcado con los recursos de todos para favorecer a cada uno de sus candidatos, el uso del carnet de la patria y de las bolsas CLAP para obligar al votante.
Otro factor fue la abstención en los lugares donde la oposición antes había ganado con mayor facilidad o era más fuerte. Pongo sendos ejemplos, en Chacao la abstención se acercó al 60%, mientras que en el popular municipio Brión (que tiene como capital a Higuerote) apenas fue del 32%. Hechos similares ocurrieron en Carabobo donde pasó lo mismo entres otras en la parroquia San José, y en el estado votaron 223 mil 768 ciudadanos menos que en el 2015. En total en las elecciones del pasado domingo participó un 61%, mientras que en las parlamentarias donde ganamos lo hizo el 74%. No hay duda que votar les dificulta el fraude. Las razones de que este sector, que antes había votado mayoritariamente por la oposición, ahora se abstuviera más que el otro, hay que analizarlas a fondo, y con estudios serios y cualitativos de opinión. A vuelo de pájaro siento que a la oposición le ha faltado contraatacar el mensaje oficialista. En política también el que calla otorga. Es como cuando un boxeador lanza golpes y el rival no se los devuelve. Hasta la saciedad se repitió que los opositores habían quemado gente en las protestas por motivos de discriminación racial o ideológica y eso quedó como un hecho cumplido. Igual percibo que la gente quiere paz y saciar el hambre, y las protestas llegaron incluso a obstaculizar el libre desenvolvimiento y el trabajo. El gobierno logró que el pueblo pensara que los muertos no eran por su represión sino debido a unas protestas, que etiquetó como “guarimbas”, y que no fueron apoyadas por las masas populares.
Fue difícil para la mayoría entender que la oposición pasó de un día para otro, del lenguaje de la protesta de calle, buscando una salida inminente, al terreno electoral. Así mismo, el que se eligiera la ilegítima Constituyente, que según la organización de la protesta nunca se iba a instalar. Algo similar ocurrió con el dualismo calle o negociación. Que el gobierno manipuló, al acusar a la oposición de estar en un doble juego.
Al gobierno le fue fácil desacreditar el trabajo del parlamento, órganos que en el mundo gozan de gran rechazo y desprestigio. Para poner un solo ejemplo, el Congreso de los Estados Unidos electo hace pocos meses, tiene una aprobación de tan solo 13,1% y una desaprobación del 75% según el promedio de las encuestas publicado en RealClearPolitic. De la misma manera, el gobierno ha dejado a la oposición como un ente apátrida, al acusarla sin cesar de que con sus viajes al exterior busca que se castigue a la nación con sanciones que perjudican al pueblo.
Lo mismo sucede con los medios nacionales, en el pasado democrático tuvimos programas de televisión en las mañanas y en las noches, que ponían siempre el dedo en la llaga y que hoy han desaparecido. Mientras tanto en los canales del estado hay todo tipo de programas que además practican la propaganda nazi, que consiste en la “desfiguración del contrario”.
No todo lo que ha sucedido es negativo. Recordemos que no hay mal que bien no traiga, ni que dure cien años. Con este régimen hegemónico, si nosotros hubiéramos arrasado, no habría posibilidades de ir a unas presidenciales. Ahora irán amancebados y podemos a pesar de todos los ardides dejarlos en el terreno derrotados.
En fin, todo un cóctel explosivo, que mantiene profundamente dividido a una población, donde la ofensiva de la agenda mediática ha estado en manos del gobierno. Si hay gente que piensa que no es posible una salida electoral, lo mejor que pueden hacer es no desanimar al elector, haciendo lo que hicieron aquellos que enfrentaron a la dictadura de Pérez Jiménez. Hay que dar la batalla en todos los terrenos. Pinochet, la dictadura comunista de Polonia y muchos otros regímenes autoritarios salieron con votos, mientras otros salieron con balas o por un pronunciamiento militar. En la situación nacional planteada la Constitución nos da la potestad de aplicar el 350 y el 333, donde se consagra el derecho a la rebelión. La alternativa democrática necesita de nuevas voces, fuertes, claras y sin desgaste, que tomen la iniciativa y sean punta de lanza en la lucha por la democracia.
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