Nuevamente los radicales volvemos a debatir. Nos preocupa el cierre de un proceso que nunca debió plantearse, y que debido a sus previsibles resultados ahora nadie quiere asumir. Las derrotas son huérfanas, y tierra fértil para buscar a quien linchar, en este caso, los abstencionistas. Nuevamente los profesores Oscar Vallés, Erik del Bufalo y yo nos congregamos para resolver ese dilema. En este caso invitamos además a Joaquin Ortega y Carlos Leáñez. Cada uno aportará su visión, y entre todos ponemos a disposición de los lectores el esfuerzo de despejar la escurridiza verdad.
Víctor Maldonado C.
@vjmc
Acabamos de concluir una simulación electoral cuya campaña fue peculiar. Toda la capacidad de influencia de los partidos organizados alrededor de la Mesa de la Unidad Democrática se dedicó obsesivamente a combatir el mensaje abstencionista. Llegaron a transformarlo en el único tema de la campaña. El mensaje era incluso peripatético. Todos pedían disculpas porque se sabían inconsistentes, “pero no se podían abandonar esos espacios”. Todos compraron como buena la idea, bien vendida por los taumaturgos “encuestológicos” de siempre que esta vez era tan fácil como “era coser y cantar”, si y solo si, todos salían a votar masivamente por el candidato que ellos eligieron. Se olvidaron del mensaje propositivo, creyeron que no hacía falta seducir al elector, y se concentraron en transmitir que aquellos que tuvieran dudas o argumentos para no ir a votar, jugaban con el guión del gobierno, eran agentes del chavismo, estaban financiados por el régimen y habían pactado con el diablo.
Óscar Vallés
@OscarVallesC
Los comportamientos electorales nacionales, regionales y municipales, muestran resultados típicos y distintos. Por eso, culpar a la abstención tiene visos de estafa. Explico. Toda estafa tiene un supuesto dato “confiable” que da a las víctimas una sensación que todo lo demás también lo es. ¿Cuál es el dato aquí? La diferencia de votos de 2015 con respecto a 2017, esto es, 2 MM de votos. Sin embargo, ese dato resulta ser la estafa misma. En 2015 la promesa central de MUD era cambiar radicalmente de gobierno y de vida. Aunque fue parlamentaria, registró un comportamiento electoral típico de unas elecciones presidenciales porque se ofreció todo por un voto. En 2017 la oferta central fue “preservar espacios”, imagino la oficina de Los Teques (¿?), después de una aberrante traición al mandato del 16Jul y una campaña “mudeca” oprobiosa e intimidante. Luego, comparar ambos resultados, al margen de sus contextos, es a) una supina ignorancia; b) la madre de las estafas. Me inclino por la b).
Carlos Leáñez A.
@carlosleanez
Yo no fui: tres palabras mágicas. Con ellas el autor del crimen pasa a ser víctima y se coloca en posición de superioridad moral respecto al que sí fue. Pero un líder no puede ser víctima. Alguien que marca un rumbo lo hace porque posee elementos que lo llevan a pensar que el acceso al destino deseado es posible y que, de no resultar las cosas, se habrá salvado el honor y se podrá rectificar. Quienes se exculpan del desastre del domingo erigiendo como victimarios a los ciudadanos que no votamos, no son líderes: no desminaron el terreno y temerariamente llevaron al matadero electoral a la gente. Todo en función de un juego de cogollos montado por el régimen para estabilizarse y acostumbrarnos a obedecer la institucionalidad totalitaria nítidamente erigida desde el 30J. Perdieron la batalla, el honor y… como son víctimas, no está en su poder cambiar las cosas. Tomamos nota y pasamos de la unidad-cogollo, al servicio de los partidos, a la unidad ciudadana, al servicio de la gente.
Joaquin Ortega
@ortegabrothers
Todos quieren legitimidad. Inclusive las tiranías, porque con eso hacen propaganda frontera afuera.
El abstencionismo como conducta -de alguien desviado de una actividad que debe ser votar, así sea compulsivamente- sirve para definir un perfil socioeconómico y biopolítico. Por lo tanto, es útil para soltar falacias ad homine –“eunucos… asexuados políticos”- o arreglos de torta a destiempo –“esos jóvenes que se nos van del país por culpa de bla, bla, bla”- Algunos comicios son más importantes o tocan más los intereses directos del electorado específico. ¿Para qué voy a votar por el candidato a X cargo que arregla por encimita la calle donde vivo, dos semanas antes de la elección? El voto en contextos clientelares es toma y dame. Si no me das no voy más, pero a esto agrégale que ya no te quitan el dinero, te quitan es el pan de la boca con la maquinaria de chantaje que son las bolsas CLAP. Es en ese momento cuando el voto se vuelve supervisión totalitaria: “si no votas por mí, no comes”
Erik del Bufalo
@ekbufalo
El voto no es una opinión, ni una mera “expresión ciudadana” ni un “acto democrático”, mucho menos un fuego de artificio en una “fiesta democrática”. El voto es un poder, el poder de otorgarle a otros seres humanos la facultad de representar el interés propio, dentro de la búsqueda del bien común. Por lo tanto, el voto como facultad de representación es un asunto sumamente delicado. En efecto, por medio de aquél una persona renuncia a parte de su derecho natural para poder vivir bajo un Estado de derecho, a cambio de orden y garantías civiles, políticas y personales. Siendo una facultad inalienable, el voto solo pertenece a la persona que vota. Es por lo tanto una estafa lógica y una atrocidad política que un candidato reclame para sí esa facultad. Solo en un sistema totalitario se cambia el orden causal entre mandatante (ciudadano) y mandatario (representante). Culpar al abstencionismo es exactamente como culpar a un cliente por negarse a darle un poder a un abogado en quién no confía.
Víctor Maldonado C.
@vjmc
Efectivamente, no se puede competir con el inmenso atractivo clientelar de un régimen totalitario. Porque su sistema de relacionamiento con el pueblo es íntimamente extorsivo. En condiciones de servidumbre no hay expresión genuina de la voluntad ciudadana, y por eso mismo el hambre se convirtió en un factor determinante. Pero yo creo que también jugaron la flacidez de un mensaje político que no quiere ser alternativa sino connivente de un régimen que ya cruzó todos los límites de la desfachatez. El fraude tiene dos versiones: El articulado por el régimen, y las falsas promesas de la oposición, que jugó a un populismo mágico que la gente no compró. No hay, al respecto, sentido autocrítico, sino un complejo de complicidades que se niegan a reconocer la responsabilidad por haber asumido ese curso de acción, y que tampoco quieren reconocer que lo intentaron por razones asociadas a la voracidad rentista, o sea, a las ganas que le tienen al situado constitucional. La impudicia no es argumentable, pero para eso están los chivos expiatorios.
Joaquin Ortega
@ortegabrothers
¿Una persona vota siempre por su partido? ¿un votante lo hace por las emociones que le generan? ¿lo hace por sus colores? ¿por su himno? ¿por el lugar que ocupa su partido o candidato en el tarjetón? ¿lo hace como un ritual, en el sentido tribal? ¿lo hace como ritual en el sentido obsesivo o clínicamente conductual? ¿lo hace consciente y racionalmente? Lo cierto es que a quien no vota puede decírsele apolítico, o puede llamársele apartidista, pero al fin y al cabo su ausencia debe ser medida, medible y esperada o prevista. No debe sorprender a nadie. Si me preguntaran, el que falla no es el no va a la fiesta, sino el que no le da la dirección correcta al fiestero y de paso no le da un incentivo ni simbólico ni físico. ¿Qué tal si a los que critican el abstencionismo, uno les criticara su ausentismo en la AN? ¿Dónde dejamos al abstencionista involuntario… a aquel que no aparece en el REP o tiene datos revisados legalmente? ¿El abstencionista ocasional es un abstencionista anti democrático o simplemente es alguien muy claro de lo que quiere y cuándo lo quiere? ¿El abstencionista convencido y sistémico tiene tanto poder para convencer a otros votantes?
Carlos Leáñez A.
@carlosleanez
Sin coherencia no puede haber unidad. Sin coherencia no puede haber liderazgo. Cuando la lucha es áspera solo quien se ha batido con nobleza puede pedir los sacrificios que se imponen. Y la mayoría de los “líderes” se mueven en una dinámica desconcertante: invocando siempre valores altisonantes, unas veces se baten por la libertad que habrá de poner de vuelta la mesa de la democracia y la república (16-J) y, otras veces (15-O), con impúdica desfachatez o estupidez supina, se entregan a emboscadas del régimen en pos de subtaquillas que solo pueden llevarlos a ser actores de reparto de una construcción totalitaria. Y esto salta a los ojos, clama al cielo. Por la inconsistencia mucha gente decidió no votar y con ello se obtuvo una gran victoria: la de la coherencia. Quienes adversan el régimen están advertidos: solo con ella, sostenida a pesar de las dificultades, habrá confianza e inspiración para generar la presión gigantesca y de múltiples planos que desalojará a los liberticidas.
Erik del Bufalo
@ekbufalo
¿Cuál debe ser la recta actitud de un espíritu republicano sometido al chantaje del voto? Más allá de la sanción moral necesaria, la única manera de evitar volver a caer en un chantaje, por no decir extorsión, de este tipo es advertir que, si ocurre, es porque ambas partes del chantaje forman una llave, un sistema. Si ello se comprende, desaparece toda dicotomía y el único camino es el repudio total de toda parcialidad, instrumento o grupo que se haga inherente a ese sistema. El resultado es el desconocimiento de cualquier proceso electoral fuera del Estado de derecho y la subversión de las fuerzas vivas de la sociedad. Esta subversión puede –y casi siempre conviene– que sea pacífica y, en su forma más conocida, se presenta como rebelión civil. Si bien su éxito nunca es totalmente seguro, siempre tendrá la garantía que no legitimará ningún elemento interior del sistema y que, a la larga, por ello mismo, terminará por debilitarlo y fragmentarlo. Del juego de una tiranía es vital abstenerse completamente.
Oscar Vallés
@oscarvallesc
Sin embargo, lo más indignante fue esa amenaza petulante de exigir tu voto “incondicional” o serías marcado, imagino con un número en el brazo o una estrella de David en la casa, como le sugerí a Erik en un tuit. Ningún jefe político se distanció ni reclamó esa mísera mentalidad de caporal. Más bien, fue una “línea” para la “jauría mudeca”. ¿De cuál caverna sacaron esa creencia que el país es un partido? Porque eso es lo que está bajo la ramplona pero feroz inquisición. MUD pretende que dejemos de ser ciudadanos de la República para convertirnos en partidarios de ellos. Por eso no importa “votar como sea”, sin garantías ni condiciones. Se creen astutos, mejor entrenados, están en todos lados, se las saben todas. Es el mundo del partidismo. Del truco y del engaño. Del avispado y del pico de plata. Resulta muy sórdido que ahora reclamen justicia electoral, porque aquéllos fueron más bravos. La división opositora no está en un simple votar o no. Está entre los partidarios y los ciudadanos. Enhorabuena.
Víctor Maldonado C.
@vjmc
Yo creo que el país merece pasar la página, sin que eso signifique intentar la desmemoria. Hay aprendizajes que deben quedar para que en el futuro no se produzcan las mismas circunstancias tragicómicas. Por eso creo que vale la pena hacer el inventario de los hallazgos. Oscar Vallés señala dos aspectos cruciales. No son comparables peras con manzanas (elecciones parlamentarias vs elecciones de gobernadores), y la firmeza ciudadana frente a la presión partidaria determina que el voto no sea incondicional. Erik del Bufalo advierte que el voto es la expresión del poder del mandante (el ciudadano) que no puede ser confiscado indebidamente por los que compiten para ser sus mandatarios. El ciudadano no debería ser objeto de chantajes, y lo fue con inexplicable violencia. Carlos Leáñez critica la impostura victimista de los líderes que no quieren asumir la responsabilidad por los resultados, y la falta de coherencia que les fue cobrada con rigor ciudadano. Joaquin Ortega propone preguntas para mover a la reflexión sobre las innumerables razones que mueven e inhiben el voto, y la ansiosa búsqueda de legitimidad que también mueve a las tiranías. Pero todos coincidimos en denunciar el resentimiento que mueve a un error crucial: esta simulación electoral siempre fue una calle ciega, una trampa totalitaria. No haberlo visto así, haber sufrido de tanta ceguera, ahora no puede ser imputada al ciudadano que, de buena fe votó, o pensando con angustia sobre el desbarrancadero, responsablemente no participó.
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