Con la revolución se nos fue aquel país en el cual “hacer mercado” era una actividad placentera, mercado que se hacía en familia y donde podíamos ir al supermercado o abasto de tu preferencia y comprar arroz, caraotas, carne, pollo, leche, café, plátano, frutas, pescado, enlatados, harinas, jabones, artículos de higiene personal y del hogar, de las marcas que quisiéramos y en las cantidades que nuestro presupuesto nos lo permitiera.
Ese país ya no existe. Vivimos hoy, en uno que no tiene nada que ver con esa Venezuela que nos vio crecer. En ésta ya no se hace mercado, se compra al detal lo que permita tu ingreso económico, y se busca la comida de comercio en comercio para comprar algo para comer, mas no para alimentarnos balanceado, sobrevivir con los métodos “modernos de la revolución” al estilo cubano.
El clásico arroz con caraotas, base de nuestro plato nacional, el pabellón, pasó de ser un símbolo de nuestra venezolanidad a convertirse en un lujo. El arroz escasea y el precio por las nubes, y las caraotas negras cuestan lo que cuesta un kilo de carne de primera. Quien dice caraotas, dice arvejas, lentejas o frijoles, los granos que tradicionalmente fueron tan económicos y populares, hoy son un artículo de lujo reservado para muy pocos, por su costo y escasez.
Un cartón de huevos por ejemplo, cuesta hoy, un valor superior al precio de una gandola de 36 mil litros de gasolina.
Cuando vemos que día a día los precios suben en una carrera desenfrenada podemos decir con toda certeza que la pobreza en Venezuela se masificó en medio de la mayor bonanza petrolera de nuestra historia, y las clases trabajadoras tan reivindicadas en el discurso están depauperadas en su calidad de vida.
Cómo un padre de familia que gane un salario mínimo, puede, comprar alimentos, medicinas, y vestir sus hijos en navidad. Cuando un jean “económico” tiene un costo de 500 mil bolívares, un par de calzado “económico” 600 mil bolívares, si ese famélico salario mínimo no le alcanza para nada.
Soy un firme convencido de que la sabiduría popular no falla. Son años y años de saber y miles de vivencias acumuladas desde el nacimiento de la humanidad. Aquel refrán popular que reza “amor con hambre no dura”, aplica perfectamente en este momento histórico, político, económico y social de nuestro país, que nos convoca a la unión y al cambio éste 10 de diciembre, para no abandonar la lucha por una nueva Venezuela, surgida de la base, de los municipios del País.
Freddy Paz
@freddyspaz