Venezuela fue sometida entre 2007 y 2012 a un proceso de endeudamiento francamente criminal. Vivió el país una especie de festival de deuda donde sin tasa ni medida PDVSA y el Gobierno emitían obligaciones que luego recaerían sobre los hombros del pueblo venezolano. Se trató de una deuda contraída en las peores condiciones que se pueda imaginar. La lógica era que PDVSA y el Gobierno colocaban papeles en dólares y quienes los adquirían pagaban en bolívares. Esa operación tenía el propósito de mantener el tipo de cambio fijo para supuestamente aliviar las tensiones inflacionarias de la economía. De esta manera, los diseñadores de semejante disparate pensaban hacer lo que el BCV no podía hacer, que no era otra cosa que absorber la liquidez excesiva que el mismo Gobierno creaba con un gasto público cada vez más grande e ineficiente. Con una operación de esa naturaleza quienes mantenían saldos en bolívares salían corriendo a comprar dólares baratos, literalmente regalados.
Fueron tiempos de frenesí. El país esperaba ansioso los mensajes del presidente Chávez y de sus ministros y altos funcionarios donde se invitaban a los venezolanos a invertir en dólares baratos provistos por PDVSA y el Gobierno, pagaderos en bolívares. Es decir, se trató de una invitación a que los ciudadanos venezolanos, sacaran sus bolívares de los bancos para que fuesen a vaciar las reservas del BCV y arrasar con la deuda emitida. Pero había otra motivación adicional: PDVSA decía que requería financiamiento para el Plan Siembra Petrolera y consecuentemente también colocó deuda a raudales. En ese ambiente de fiesta de la deuda, todos disfrutaban mientras el país se hundía en una deuda injustificada, que luego pasaría la cuenta al pueblo venezolano. Pocos fuimos lo que alertamos a aquella nación embriagada en la demagogia y la irresponsabilidad fiscal y monetaria, sobre las consecuencias de aquella acción suicida. Los artífices de esa operación endeudamiento fueron todos los ministros de Finanzas que desfilaron por ese despacho en aquellos años y por el Directorio de PDVSA, pero con especial énfasis Rafael Ramírez, Jorge Giordani y Nelson Merentes. Nadie está a salvo de responsabilidad.
Ahora tenemos una deuda que no podemos pagar y PDVSA en lugar de aumentar la producción de petróleo, ésta ha disminuido aceleradamente. La deuda total de Venezuela alcanza a noviembre de 2017 a US$ 140.000 millones y Chávez la heredó de Caldera en US$ 30.000 millones. El saldo de ese endeudamiento es un pueblo arruinado, hambriento, un grupito enriquecido y un Estado endeudado. Fue literalmente saqueada Venezuela. Unos saquearon y otros fueron cómplices del saqueo. Algún día, más temprano que tarde, habrá justicia y se restituiría la decencia en el manejo de las finanzas públicas.