Llueven las críticas. El cuestionamiento está en agenda. Su escenario predilecto parecieran ser las redes sociales. Como suele suceder en estos casos las hay de variados signos y de diversa intencionalidad. Justas e injustas. Ahora solo se destacan los desaciertos. Esta vez la orfandad no acompañaría la derrota. La responsabilidad de la conducción es sentenciada. Obvio que ella no es ajena a la situación. Se evidencian errores. Su silencio resulta a menudo inoportuno. La polémica innecesaria entre los dirigentes contribuye al desconcierto y la desazón.
Se olvidan los éxitos alcanzados. Los logros se minimizan. En la incertidumbre se desata el desahogo. El raciocinio está distante. Las explicaciones resultan insuficientes e ineficientes su narrativa.
Tiempo de recomposición y de redefiniciones. La plataforma unitaria así tendría que asumirlo. Hay que atender el reclamo social. Movimientos vecinales han emplazado a los partidos a propósito de la elección de Alcaldes. Resulta comprensible tal exigencia. Ella no puede conducir a conclusiones aventuradas. No se puede subestimar -con todo y sus limitaciones- el rol de las organizaciones políticas. Resulta impensable reformular la alianza opositora sin contar con ellas.
La Mesa de la Unidad en su desenvolvimiento como conductora de la lucha democrática ha tenido carencias y limitaciones, ha cometido importantes errores – como en toda lucha social y política- lo que no niega los importantes logros alcanzados en un proceso complejo de acumulación de fuerzas, consolidando una nueva mayoría, que le ha permitido el reconocimiento internacional conque cuenta la oposición venezolana en la actualidad.
Quienes elucubran y desde posturas extremas imaginan una concertación de componentes en una alianza excluyendo a los partidos de la MUD están absolutamente separados de la realidad, cuando en la valoración del apoyo recibido de la comunidad internacional, ignoran o pretenden ignorar, que ese respaldo ha sido labrado desde las organizaciones políticas que integran la Mesa de la Unidad.
El reconocimiento de esa evidente realidad no significa desconocer las falencias en el comportamiento de las organizaciones políticas principales, en su relación con los otros partidos y en su comunicación con las organizaciones no partidistas y con la sociedad en general.
Está planteado constituir canales y vínculos fluidos más allá de quienes constituyen lo que podríamos denominar el primer anillo de la MUD, lo que supone necesariamente una óptica más amplia, distante del sectarismo y de la arrogancia. Requisito indispensable para ampliar la alianza con sectores sociales y políticos que trasciendan el actual territorio opositor, susceptible de atraer e incorporar disidencias y evoluciones que se producen y producirán en el campo oficialista.
Resulta comprensible ante el cuadro que hoy presentan las fuerzas opositoras, la renuencia y aprehensión que existen en esas potenciales disidencias del oficialismo para producir desprendimientos significativos, pues no perciben de nuestra parte una actitud alejada de la retaliación, del pase de facturas y de la repetición del viejo refrán “tarde piaste, pajarito”. Resulta errónea la creencia que en el campo adversario todo está descompuesto e irrecuperable,concebir el cambio y la futura estabilidad, tan solo con las fuerzas que ahora conforman nuestro bloque, implica una estrecha visión que desconoce los fenómenos inherentes a procesos de transición de regímenes autoritarios a gobiernos democráticos.
Ampliar el frente opositor comporta un propósito político estratégico, para superar la tragedia actual, alcanzar el cambio político, lograr la gobernabilidad necesaria para posibilitar el reencuentro entre los venezolanos y garantizar un rumbo de progreso en paz.