La desconfianza exponencial que sufre la sociedad venezolana después del 15-O hacia su dirigencia partidista política clama por una nueva clase política, es decir de dirigentes que evidencien como práctica en el ejercicio del gobierno el empleo de la ética. Ética como un modo de proceder, entender y practicar el ejercicio del gobierno, para lograr la resolución de las urgentes y graves necesidades que sufre la sociedad venezolana. Ejercicio de poder para la resolución de los gobernados y nunca más como plataforma personal o grupal de los intereses contrarios a la responsabilidad de una clase política.
La desconfianza se muestra en los venezolanos como una institución invisible, que reclama por un nuevo Operador Político capaz de ampliar la legitimidad de quienes gobiernan, preocupado por el bien común y nunca más por los personalismos y grupalismos partidistas carentes de visión. Carentes de visión, sobre todo, y acción frente al bestiario militarista culpable y responsable por la más grave peligrosidad que pudiese conducir a la destrucción de lo que queda del sistema político venezolano, por la vía de una calamidad político-social.
Calamidad político-social que hoy arrasa con el frágil orden social y convierte a Venezuela en una masa incendiaria, violenta y frustrada dispuesta a inmolarse ante las bocas de fuego y persecución de la tiranía acorralada por sus robos, por una inmensa deuda internacional y sobre todo por su incapacidad dirigencial. Calamidad político-social que como desgracia impuesta, y a la cual juega el régimen del bestiario militarista, ha terminado con el sistema político pero más grave aún con las bases y fundamentos de la República. Entonces, los repúblicos tenemos que defender la República y es allí donde aparece un grupo, una especie de políticos que desde hace mucho tiempo existen en Venezuela: los prohombres.
La calamidad político-social a la cual juega el régimen demanda de los prohombres que -como dirigentes- establezcan una nueva conexión con el ciudadano lleno de desconfianza. Nueva conexión anclada en una relación ética-ciudadana, que crecerá y mostrará una nueva hipótesis de conducta política dentro de la crisis que azota la República. La República requiere de prohombres, mujeres y hombres que ya existen como ciudadanos que, distantes de la politiquería, son constructores y son repúblicos. Ciudadanos comunes, sacerdotes, trabajadores, profesionales, académicos, empresarios, eso sí, todos convencidos de que la República no puede seguir por el camino de la violencia instalada desde el 4F y el 27N de 1992, y sí requiere y necesita de una nueva clase política. Clase política alejada del compromiso politiquero y grupalista, y en contrario sí cercano al real ejercicio del poder entendido como una extensión de la civilidad en donde pesa la determinación de los hombres ciudadanos, que ahora están atrapados por una guerra absurda, ahistórica y primitiva.
Los prohombres han venido sembrando civilidad por la vía del conocimiento histórico y de la práctica tecnológica, ellos están convencidos de la importancia de la idea de la tolerancia activa como forma óptima de vida social para el venezolano. Son innovadores y emprendedores y, sobre todo, entienden que la gloria de Simón Bolívar reside en su condición de filósofo y político y jamás en su gesta militar. Los prohombres no creen que Venezuela es un vivac, sí tienen claro que es una República y los repúblicos practican la disciplina del saber, la rectitud y la ética.
Los prohombres ya existen. Están y construyen a diario aún, en esta calamidad político-social. Esos prohombres que sí son intransigentes con la violencia, el primitivismo y el militarismo, y mucho más intransigentes con la mediocridad, ignorancia y mentira. Son mujeres y hombres del siglo XXI que saben y practican que sólo con los valores de la libertad, igualdad y cumplimiento de las leyes se puede mantener una sociedad y guarecer la República. Los prohombres son generadores de confianza, confianza para que la institución invisible y primitiva que hoy vive el venezolano se orille para que se regularice la vida, la creatividad y el ejercicio de la iniciativa para disminuir el riesgo-país.
El país-Nación y el Estado venezolano en el cual el bestiario militarista y los operadores partidistas politiqueros lo han colocado en un precipicio: la calamidad político-social. Allí surgen los prohombres, mujeres y hombres gran reserva moral, intelectual, profesional y social que, anclados en la ética como motor funcional-político, recrearán la confianza para contener a los miopes, simplistas y ausentes del saber que aún no entienden a la sociedad venezolana. El país está requiriendo de esa nueva clase política los prohombres entendidos como un grupo crítico, con formación, organización y disposición anímica, social y venezolanista para producir un recambio que aparte a los operadores inmorales, desplace al bestiario militarista y haga crecer… aunque parezca imposible una nueva Venezuela política con la reinstalación de la democracia.
Es original,
Dr. José Machillanda
Director de CEPPRO
@JMachillandaP
Caracas, 21 de noviembre de 2017