Trataré de dar alguna orientación. No se trata tan sólo de una de nuestras coyunturales crisis económicas o sociales por la caída del precio de nuestro principal –y único- producto de exportación, sino que va mucho más allá, es más profundo y serio. La viabilidad y la integridad de la República están en juego.
La última vez que Venezuela vivió una tragedia semejante fue en medio de la caída del liberalismo amarillo. El último gran caudillo de la saga guzmancista, herederos de la Federación, Joaquín Crespo, caía asesinado en el sitio de “La Mata Carmelera” cerca de San Carlos de Cojedes. Con su trágica desaparición, el vacío de poder y de conducción nos llevó a la última y más grave crisis de liderazgo y con ello, no sólo a profundizar la ruina social y económica sino al despojo y al robo de parte importante de nuestros territorios.
Nada fue automático, los enemigos de lo ajeno siempre están pendientes de los vacíos de poder para aprovecharse y entrar a sacar ganancias en medio de las tragedias. Muere Crespo y se desatan las pasiones entre dirigentes que no dirigen, sin liderazgo. La política queda atrapada en las bajezas de comentarios de pasillos y nadie, absolutamente nadie, llenaba el vacío político generado por la desaparición del último hombre fuerte a caballo.
Mandaba y no mandaba, el presidente Andrade trataba de prolongar, por vía de la inercia, un régimen que ya no existía y mientras tanto, el país iba por otro sendero, perdido y extraviado. Sin embargo, alguien con audacia y temeridad tomó la iniciativa: 60 andinos, en mula, salen de la Hacienda “Buenos Aires” de Cúcuta, dispuestos a invadir Venezuela. Fueron derrotados en el Táchira pero, siguieron su paso hacia el centro del país y lo que encontraron fue un vasto vacío, con una clase política menguada atrapada en intrigas y fracturas.
“Pongamos a este tonto, que a ese lo manejo yo”, se le escuchó decir a uno de los “caciques” políticos de la época. Cipriano Castro toma el control del país y se inician 45 años de hegemonía andina en el poder. Los vacíos se llenan, muchas veces de manera trágica pero, los vacíos son severamente castigados en política.
Mientras estos hechos ocurrían, coincidencialmente, Venezuela fue despojada del Esequibo. Un fraudulento y amañado “Laudo Arbitral” nos arrancaba una franja muy importante de nuestro territorio. El castigo que se llevó la Nación en aquel desesperante episodio de vacío de poder fue mucho más allá que una simple crisis, se desintegró parte importante de nuestro territorio, aún hoy en reclamación.
¿Cuánto nos costará esta crisis de hoy, este penoso vacío? Rafael Poleo y otros importantes venezolanos lo vienen advirtiendo. El Esequibo y la fachada atlántica venezolana ya no sólo se tratan de unos simples territorios selváticos tropicales sino de los más importantes yacimientos de petróleo liviano, diamantes, oro y en especial, de agua. Un pequeño Kuwait suramericano está allí, con inmensas riquezas que pertenecen a los venezolanos, hoy explotado sin ninguna consideración violando el Acuerdo de Ginebra y nuestra soberanía. El gigante Exxon Mobile y Petrochina comienzan a explotar nuestro petróleo a través de un írrito acuerdo con Guyana. Mientras unos pocos juegan a sobrevivir en medio de intrigas, la integridad de la república está en jaque.
Aquél vacío que generó el robo de 1899, hoy se presenta de nuevo con su mejor gala. Los venezolanos tenemos la palabra.