Quítese el abrigo… y todo lo demás. El primer restaurante nudista de París acaba de abrir sus puertas para regocijo de los adeptos a esta práctica, a menudo confinados en playas y “cámpings”.
En “O’Naturel’, una gran cortina blanca impide ver la vitrina de este restaurante voluntariamente disimulado en una calle tranquila en el este de la capital. Solamente el nombre y un menú confirman a los comensales que llegaron al sitio que buscaban.
Detrás de este proyecto están los gemelos Mike y Stéphane Saada, de 42 años, exempleados en el mundo de los seguros que no practican el nudismo.
Los dos hermanos dedicaron mucho tiempo a “comprender” a los adeptos de esta práctica tras darse cuenta de que existía una demanda en Francia, primer destino nudista mundial.
Otras ciudades ya se habían adelantado abriendo este tipo de restaurantes, como Londres, Melbourne y Tokio.
Stéphane Saada explica que aunque se suele asociar el nudismo con las vacaciones, “uno no es nudista solamente durante el verano”.
– Los tacones, permitidos –
En su establecimiento, inaugurado a principios de este mes, el cliente deja la ropa – y el teléfono móvil -, en el guardarropa y se queda solamente con las zapatillas que proporciona la casa, excepto las mujeres que prefieren dejarse puestos los tacones.
“Nuestro cometido es que se sientan cómodos: cuando entran en la sala, se les acompaña hasta la mesa, y se les asegura que no les está mirando todo el mundo”, afirma.
En el comedor de paredes azules, las sillas están cubiertas de fundas negras, “de uso único”. Los dos gerentes sirven las mesas vestidos, como obliga la ley.
En una de las veinte mesas, están cenando varios adherentes de la Federación Francesa de Nudismo: su presidente, Yves Leclerc, afirma: “Estamos en pleno centro de París comiendo desnudos, es un poco surrealista”.
“Es como estar de vacaciones, pero mejor”, añade.
– ¡Buen provecho al desnudo! –
Cinco hombres se sientan entre risas, antes de ponerse a leer el menú, a 49 euros (57 dólares).
Entre ellos, Alexandre, un bombero de 21 años, considera que se trata de un lugar “serio, íntimo”. “Claramente, estamos entre gente decente”. Antes de entrar en el restaurante, un transeúnte le lanzó “¡Buen provecho al desnudo!”.
“Menos mal que hice mis ejercicios de pectorales esta mañana”, bromea Jimmy Denis. Este militar, de 28 años, confiesa que antes de venir sentía “algo de aprensión”.
Tres mesas más allá, Melisa y Clement, dos treintañeros aficionados al “camping” y la playa nudistas vinieron del norte de Francia.
“Es diferente a las vacaciones de verano”, afirma Clément. La discreción del lugar “evita atraer a los curiosos, porque con todas las ideas preconcebidas que hay sobre los nudistas…”, afirma.
El restaurante solo abre por las noches y hay que reservar previamente. “Las malas sorpresas se detectan en internet o cuando nos hacen preguntas impertinentes por teléfono. En ese caso, rechazamos (la reserva) o les decimos que se busquen otro lugar”, afirma Stéphane.
“No porque haya nudismo hay sexualidad”, agrega Mike.
Algunos vecinos se muestran incómodos al pasar por delante del establecimiento “justo al lado de una guardería infantil”. “No tengo nada contra el nudismo en la playa. Pero comer desnudo con otra gente, no le veo la gracia”, asegura Donatella Charter, de 42 años.
En septiembre, París dispuso por primera vez durante una semanas de un espacio nudista en un bosque del este de la capital, que cuenta además con una piscina que propone a los adeptos de esta práctica unos horarios especí
por Marie GIFFARD/AFP