Parte el alma ver más y más gente hurgando en los botes de basura buscando restos para llevar algo al estómago. O enterarnos de las muertes de niños por desnutrición y/o por enfermedades que en otras circunstancias serian curables.
La devastación social, económica e institucional está a la vista de quien quiera venir a verla. Las cifras y evidencias son palpables sin mucho esfuerzo, ellas no mienten.
Todo este cuadro dantesco, algo impensable en un país que tuvo y aún tiene recursos materiales para ofrecer a sus habitantes una vida digna, nos golpea inmisericordemente.
La sensación de tristeza y bochorno que sentimos como seres humanos y venezolanos es abrumadora, nos lacera en lo más profundo.
Hasta un premio Nobel de Economía, en días pasados, se ocupó de nosotros. Así es de alrmante nuestra situación. Jean Tirole atribuye al populismo y el mal manejo de la economía la causa de nuestra desgracia. “Ahí se ve muy bien como el mal gobierno económico al final puede poner un país a sangre y fuego “, afirma.
Como otros que se han asomado a nuestro drama nacional, no se equivoca.
Esta semana que corre, el venezolano Moises Naim pinta, igualmente, un cuadro espeluznante, que no hace sino afirmarnos en la convicción de que quienes nos gobiernan siguen su enloquecida trayectoria hacia más miseria y muerte, sin que se atisbe en ellos deseo alguno de rectificar un rumbo desastroso o de buscar una ayuda dentro o fuera del país, que impida una profundización del estropicio.
Y sí, razones para la desesperanza y el pesimismo, y muchas.
Sin embargo, por otro lado, las hay para lo contrario.
Reconforta saber que todavía hay muchos venezolanos que apuestan al país y se preocupan por dar soluciones realizables a los ingentes problemas. Incluso, nuestros industriales (Conindustria: Hacia una Venezuela Industrializada, la Ruta) presentaron esta semana una propuesta que debe ser tomada en cuenta por su seriedad y pertinente contenido.
No todo está perdido. Aun disponemos de recursos materiales y humanos, pensadores, empresas y empresarios, profesionales y trabajadores, experiencias y vínculos, que podrían rescatarnos del abismo en el que estamos, con sus aportes para la construcción de una sociedad prospera, de la que el mayor número de personas pueda beneficiarse.
Esa nueva, deseable y moderna Venezuela requerirá del concurso de todos los venezolanos y sin duda de la ayuda exterior. Sobre todo, esta última, que implicara costos, sacrificios y esfuerzos mayores, pero que sin ella no podremos salir adelante.
Ya debemos ir preparándonos para lo que nos tocará hacer una vez se vayan los gobernantes tóxicos y exterminadores que tenemos. Porque, ténganlo por seguro, los causantes del monumental daño que sufrimos, se irán.
El cerco económico-financiero que han provocado inexorablemente los sacará del poder. Aunque más cosas se requerirán.
Las fuerzas democráticas van a tener que dar un impulso extraordinario, superando las diferencias y colocar las naturales ambiciones e intereses particulares, a un lado; todo en aras de fortalecer una opción política viable que cautive a las mayorías.
A los que han desarticulado y destruido prácticamente la economía y las instituciones del país, les quedan pocos amigos y socios.
Saber con precisión cuando superaremos esta situación terrible y dolorosa es tarea de brujos y pitonisas. Pero el grave panorama económico-financiero, cuya profundización va en ascenso, generara las dinámicas políticas hacia una una salida que impida la caída definitiva al abismo y garantice una transición en paz.