Soy un firme partidario de la dolarización.
No de ahora ni por cachorro del imperio sino porque, pronto harán 20 años, con Michael Connolly como tutor, PhD de University of Chicago, profesor en Harvard y Columbia, al presentar mi tesis de MBA que traducida libremente se tituló: ¿“Es conveniente la dolarización para Venezuela?” concluí, sin duda alguna, que sí lo era y mucho.
Argumenté que la dolarización abatiría la inflación, desparecería el riesgo de devaluación, derrumbaría la prima de riesgo para el pago sobre préstamos extranjeros, haría más barato el financiamiento con tasas de interés menores tanto para el gobierno como para los particulares, disminuiría el coste de la deuda pública liberando recursos estatales para otros usos más productivos, promovería el crecimiento económico del país, en un entorno de mayor estabilidad en los movimientos internacionales de capital. A largo plazo, la dolarización limitaría la exposición a crisis monetarias y de balanza de pago, reduciría la fuga de capitales y reforzaría la estabilidad del sistema financiero, creando mejores condiciones para la inversión nacional y extranjera. Una ventaja adicional es que facilitaría la integración económica con buena parte del mundo, gracias a los menores costes de transacción y la estabilidad de los precios.
Señalé sí que gobernando Chávez y entusiasmado este con el “Socialismo del Siglo XXI” era impensable que Venezuela se dolarizase.
Iniciando apenas el terrible vía crucis de la hiperinflación es conveniente recordar que la casi totalidad de los 56 países que la han enfrentado terminaron derrotándola adelantando profundas reformas de sus modelos económicos y de gestión entre las cuales encontramos siempre la sustitución de sus monedas. Allí tenemos a nuestro vecino Ecuador que controló la inflación dolarizando y el ahora tan mencionado Zimbabwe que en los años 2007-2008 sufrió una inflación promedio de 98 % diario –los precios se duplicaban todos los días- equivalentes al inimaginable porcentaje de 796 trillones, que pasó a la libre circulación de un coctel de monedas fuertes entre ellas el dólar, euro, yuan y rublo lo que teóricamente por cierto también fue dolarización.
Presidente Maduro, Ministros, Presidente del Banco Central, está bien, mantengan intactos los idearios del Presidente eterno y su animadversión por todo lo que sea Estados Unidos, pero saquen a Venezuela de esta gravísima crisis, detengan el drama generalizado que ocasionará la hiperinflación, y entre lo mucho que deben cambiar empiecen ya por reemplazar el bolívar que nada vale por el yuan, por el Renminbi que es el nombre oficial de la moneda China. Yuananicen por favor y pronto veremos los efectos positivos entre ellos un aparejamiento con la inflación de la República Popular que en el 2017 será de 1,5 % y del riguroso manejo de la política monetaria que impondrá el Banco Popular de China.
Lo que hasta ahora han hecho por contener los precios no ha servido; sino pregúntenle a José Vicente Rangel. Atrévanse pues y yuananicen.
@luisemartinezh