Al otro lado de la desembocadura del río Hudson, la Estatua de la Libertad y la isla de Ellis se miran a la cara. Es una excursión fija, sí o sí, para los turistas que viajan por primera vez a Nueva York. Llegan en Metro a la estación de South Ferry, en Battery Park, y toman el ferry que atraca junto a Clinton Castle. Luego viene una pequeña travesía, unos minutos en los que el barco deja atrás el Downtown de Nueva York y viaja más de un siglo atrás. En 1886, los franceses regalaron la Estatua de la Libertad a Estados Unidos. A principios del siglo XX, los inmigrantes europeos descendían de los barcos con aspecto famélico y mirada viva y necesitada de esperanza en busca de un nuevo comienzo. En la «aduana» de Ellis empezaba el futuro. Dos banderas gigantes, barras y estrellas, forman hoy una especie de arco de entrada en Registry Room, la sala principal por la que desfilaban aquellos desheredados de la tierra, reseña abc.es.
La vista desde la isla de Ellis es apabullante. Al otro lado de la desembocadura del Hudson trepan hacia el cielo incontables rascacielos. Y entre ellos, en el centro, el nuevo One World Trade Center, el sexto más grande del mundo, la torre construida como un desafío en el espacio que ocuparon las Torres Gemelas. A las fotografías en blanco y negro que cuelgan de las paredes del edificio de acogida de Ellis y al skyline más famoso del mundo, al sur de Manhattan, solo les separa un siglo.
Nueva York celebra ahora la Navidad con más pantallas LCD que pesebres, con publicidad y tiendas, con «cortilandia» en Saks Fifth Avenue, con Macy’s y Times Square a rebosar. La celebra en Rockefeller Plaza, junto al árbol más fotografiado de la civilización. Y, sí, también en Bryant Park, un pequeño y encantador parque situado a tiro de piedra del festival de luces de Times Square, en pleno Midtown. Es un parque dedicado al poeta y periodista William Cullen Bryant (1794-1878). Estos días, parte del parque lo ocupa una pista de patinaje sobre hielo más espaciosa y cómoda que la del Rockefeller Center, un mercadillo de Navidad, zonas para descansar y tomar un aperitivo y, sobre todo, una feliz sensación de paz en medio de la jungla.
Bryant Park es un pequeño tesoro, un escondite verde como verde es hoy el color de la Estatua de la Libertad. ¿Por qué?, preguntamos en el título que encabeza estas líneas. La estatua se construyó con cobre, un material que al estar expuesto al oxígeno del aire queda sometido a un proceso de oxidación que crea una fina película habitualmente verde. En realidad, las impurezas del aire, la tierra y el mar causan corrosión, pero este tipo de pátinas por lo general protegen el cobre o el bronce contra ese ataque. Hay otro tipo de pátina inestable y destructiva, conocida como enfermedad del bronce o cáncer del bronce.
Los turistas regresan de Ellis con el móvil o la cámara en la mano. Ven más por el objetivo que por sus ojos. Disparan sin parar sobre un paisaje de hormigón y acero que tiene algo de irreal, de inimaginable. Un golpe de efecto pese a todo menos impactante que aquel que debieron sentir los desesperados inmigrantes de principios del siglo XX.