Ese 1 de enero cayó día martes. Habían anunciado su lanzamiento con una intensa campaña propagandística. El primer día del próximo mes se cumplen exactamente nueve años del inicio de su circulación. Algunas publicaciones especializadas describían su diámetro de 24,000 mm y su peso de 8,1000 gramos y su composición bimetálica con un anillo de aleación bronce y aluminio. Se trataba del llamado bolívar fuerte.
La propaganda del Banco Central de Venezuela estaba acompañada de las frases: Una economía fuerte Una bolívar fuerte Un país fuerte. Un par de días antes el presidente del instituto en cadena nacional, acompañado de los miembros del directorio, incluyendo al representante del ejecutivo Jorge Giordani; al justificar la existencia del llamado proceso de conversión, entre otras hizo las siguientes consideraciones: ” Era necesario dejar atrás las consecuencias del historial de inflaciones altas”…señaló ” Es innegable que desde hace varios años se ha experimentado perdidas en el poder de compra del bolívar”. Citó el decreto ley de reconversión señalando que la “medida consiste en la adopción de una nueva y menor escala monetaria, con la cual mil bolívares actuales equivaldrán a un bolívar fuerte”. En otras palabras se le agregaron tres ceros al bolívar existente, hasta hace una década. Señaló como objetivos fortalecer la moneda,sustentar el crecimiento y el desarrollo económico-social del país. Ninguno de ellos se cumplió, todas sus predicciones se cayeron.
Traigo a colación este relato a propósito de la hiperinflación que estamos viviendo los venezolanos actualmente, el costo de la vida es un tema permanente de las conversaciones cotidianas. La subida extraordinaria, rápida y continuada de los precios donde el dinero pierde constantemente su valor parecía cosa del pasado. En lo que va de este siglo solo en dos países se ha presentado el desastroso fenómeno: Zimbabue y el nuestro. Cada vez nos comparan mas a menudo con el país del sur de África.
El gobierno pretende justificar su incompetencia y negligencia en la adopción de medidas para enfrentar la inflación con el manido pretexto de la llamada “guerra económica” y más recientemente con las medidas de Trump. La verdad es que estamos sufriendo las consecuencias del fracaso del modelo mal llamado socialismo del siglo XXI.
La última ocurrencia -seguramente recomendada por los asesores de siempre- es la de la criptomoneda denominada Petro, para la que crearon incluso una superintendencia. No se puede negar la originalidad, ya que es la primera vez que un gobierno asume una moneda virtual. Ese tipo de operaciones en el mercado digital se rige por lo que podemos considerar una regla de oro: se fundamenta en la confianza entre los operadores. Si de algo carece precisamente el gobierno es de la capacidad para generar seguridad en el mundo de las finanzas nacionales e internacionales.
Un par de grupos que hacen vida en la parroquia 23 de enero crearon una moneda comunal que llamaron El Panal para enfrentar la escasez de efectivo y combatir la “guerra económica” según declaró uno de sus promotores a un diario oficialista. El panal tendría un valor superior al dólar Dicom ya que su valor nominal sería de 5000 bolívares.
Algunos vendedores y prestadores de servicios ahora le han quitado tres ceros a la moneda, por ejemplo cuando un taxista dice que el costo de una carrera es veinte bolívares, quiere decir en verdad veinte mil, lo que era hace una década veinte millones. Cuando un vendedor de aceite para automóvil producido por PDVSA -o lo que queda de ella- dice que el litro cuesta quinientos, en realidad está hablando de quinientos mil, es decir quinientos millones de los de antes.
Los venezolanos estamos sufriendo los estragos de la improvisación, la impericia y la monumental corrupción en la materia económica y en el manejo inescrupuloso de las finanzas públicas.