Nada más desembarcar en Barajas el pasado 4 de noviembre, el venezolano César Márquez pidió asilo. De 51 años, este miembro de Resistencia Altamira llevaba tiempo en el punto de mira de la Inteligencia bolivariana (el Sebin) por colaborar con las protestas contra Nicolás Maduro. Neomar Lander, un integrante de su grupo de 17 años, había muerto en junio, según sus allegados por el impacto de una bomba lacrimógena. Luego empezaron a detener a personas de su entorno y el 19 de octubre el Sebin le dio una semana para irse al extranjero, bajo amenaza de ir contra su hija de 18 años. Ahora, en un centro para refugiados de Alcobendas, denuncia la «terrible» situación del país y asegura: «Yo no me fui, yo quiero vivir en Venezuela. A mí me botaron». Así lo reseña abc.es
Por Manuel Trillo
Márquez es uno de los más de dos millones de venezolanos que, según se calcula, pasarán la Navidad lejos de su tierra, buena parte de ellos a causa de la persecución política y la crisis humanitaria que se vive bajo el régimen bolivariano. El éxodo se ha acelerado ante la deriva dictatorial y el agravamiento de las penurias.
En los seis primeros meses de 2017 se incrementó en 10.478 personas el número de venezolanos residentes en España hasta situarse en 73.747, la mayor subida de extranjeros según el Instituto Nacional de Estadística. Además, en ese periodo han llegado desde Venezuela 5.506 ciudadanos españoles. Solo EE.UU. supera a España como destino del exilio. Otros países a los que se dirigen son Colombia, Brasil, Italia o Portugal.
Ante las trabas para ejercer la oposición en el interior del país, los exiliados han adquirido peso en la lucha por retomar la democracia a Venezuela. Y se empiezan a organizar.
Una de las figuras emblemáticas en el exterior es la del alcalde metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma, que llegó a Madrid el pasado 18 de noviembre tras escapar del arresto domiciliario al que estaba confinado. En su opinión, el papel de los exiliados será «organizar una diáspora que se entrelace con los venezolanos que están luchando en el territorio nacional». Aboga por un «liderazgo colectivo», en el que se compartan las responsabilidades, declara a ABC. «Aquí no puede haber falsos mesías, ni protagonismos exagerados, lo que cuenta es tener una hoja de ruta y unirnos en el exilio», asegura el alcalde caraqueño.
También aspira a recuperar las cantidades «alarmantes» que, afirma, los chavistas han sacado del país, más de 600.000 millones de dólares. Incluso, apunta, podría recurrirse a «cazafortunas» para «detectar muchas cuentas con dinero de origen venezolano» obtenido de forma irregular y que «podría retornar para reactivar la economía, encarar la deuda y financiar programas sociales», entre otros fines.
Otro opositor exiliado es Lester Toledo, perseguido por denunciar la corrupción. En su opinión, la presión interna «no es suficiente» y es necesaria «más que nunca» la comunidad internacional. Coincide con el alcalde de Caracas en que es positiva la pluralidad de voces en el «bloque democrático», como las del propio Ledezma (Alianza Bravo Pueblo), o Carlos Vecchio (Voluntad Popular), radicado en Miami.
Según explica, el exilio se está organizado en «subregiones». «Tenemos un equipo en América Latina, otro en EE.UU. y estamos armando uno en Europa», explica. Además, hay representantes en ciudades como Bogotá, Buenos Aires, Bruselas, Estrasburgo o París. «Es tan grande la diáspora que vamos a convertir esta adversidad en oportunidad, para que la voz de los venezolanos llegue a cada rincón del mundo», asegura.
Escepticismo ante el diálogo
Toledo es «escéptico» ante el diálogo de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) con el régimen en Santo Domingo, pero no critica su esfuerzo, porque «lo hacen de buena fe». «Rezamos para que les salga bien, pero en paralelo trabajamos otras opciones», indica. Toledo confía en «poner contra la pared» a los «jerarcas de la dictadura» con las sanciones individuales de EE.UU. y la UE. Para ello ha entregado a Bruselas una lista de 62 funcionarios que considera sancionables por violaciones de derechos humanos. «Solo van a sentirse presionados si sus cuentas e intereses personales, y la restricción para viajar, se va haciendo más fuerte», señala.
Leopoldo López, padre del fundador de Voluntad Popular del mismo nombre, es otra de las caras del exilio. Permanece en el extranjero porque el periódico a cuyo consejo editorial pertenece, «El Nacional», se hizo eco de una información de ABC que relacionaba al dirigente Diosdado Cabello con el narcotráfico. López padre lleva tres años en España, pero «la gente sale como puede, no todo el mundo puede hacerlo con un pasaje de avión, sino con una mano y otra detrás», asegura. La estampida de venezolanos es «lamentable», comenta, ya que «en los últimos cinco años ha dejado el país el 10% de los venezolanos, la mayoría de clase de media, la estructura fundamental de una sociedad moderna».
El director de «El Nacional», Miguel Henrique Otero, también está en España. «Venezuela era un país de inmigrantes y se ha convertido en un país de emigrantes», indica. La libertad de expresión, asegura, «se ha reducido al mínimo».
«Somos el único periodico nacional que persiste, pero con muchas dificultades para obtener papel prensa, persecuciones a la junta directiva, ataques físicos a periodistas, amenazas permanentes y campañas de desprestigio», señala.
Voluntarios activos
Foro Penal, una organización no gubernamental de asistencia a las víctimas de la represión, busca ahora servir de «punto de encuentro» para la diáspora y sumar esfuerzos en defensa de la libertad. «Tenemos que empezar a llamarnos refugiados políticos, no simples inmigrantes», aseguró el director ejecutivo de la entidad, Alfredo Romero, en la constitución del Capítulo España de la entidad hace unos días.
En ese acto, decenas de venezolanos se sumaron como voluntarios, proclamando: «No hay que hacer justicia por propia mano, pero está en nuestra mano que se haga justicia».
Entre ellos estaba la directora de la Asociación Española Venezolana por la Democracia (Aseved), Vanessa Pineda, que lleva en Madrid desde 2008 y que impulsa la iniciativa «Una medicina para Venezuela». Recoge en su vehículo donaciones de medicamentos y productos como gasas o jeringuillas, que envía a su país para paliar la grave escasez.