Toynbee en sus extensos textos sobre el estudio de la historia propone una explicación metodológica muy práctica y para muchos deterministas, introduce la interpretación cíclica de la historia. Esto lo explica con la metáfora de las “ruedas de carreta”, que giran monótonamente sobre su propio eje y no van a ninguna parte por sí mismas, pero que sirven a un fin más trascendente que la rueda en sí misma, el impulsar el vehículo completo que apoyan, hacia adelante. Los ciclos históricos plantean según el autor una marcha “hacia adelante”, pero con retrocesos que son purificaciones de aspectos malos o negativos que impiden seguir progresando.
Plantea que las sociedades y sistemas políticos nacen y se desarrollan a través de un proceso de desafíos y respuestas, en constante cambio y reformulación. En su planteamiento hay un carácter progresivo, pues considera que los hombres alcanzan niveles superiores de desarrollo como resultado de una dificultad que lo empuja a realizar esfuerzos extraoridnarios para superarlos.
Pero como todo ciclo vital, necesita de creativas propuestas, que no necesariamente son nuevas, pero se presentan de manera disruptiva en el medio del caos como mecanismos articuladores y autodeterminación interna. Algo similar la reacción del sistema inmunológica ante las enfermedades, desde el interior del cuerpo social comienza a avanzar mecanismos de defensa de la propia sociedad potenciando sus capacidades intelectuales e inspirando así una nueva organización que surge ante los desafíos presentando una respuesta. Es decir, el propio proceso del resurgimiento de la solución es progresivo, nace del agotamiento de un ciclo en el que una idea creativa pretende solucionar el problema, nace así un grupo minoritario que logra persuadir a la mayoría de la necesidad de realizar esfuerzos monumentales para lograr los objetivos del cuerpo social.
El principio del fin.
La “Venezuela Bolivariana” como proyecto político se está extinguiendo, tenemos micro colapsos diseminados por todo el país, retratos de pobreza por donde voltees la mirada y una tendencia creciente de venezolanos que quieren irse del país, por la imposibilidad de desarrollar un proyecto de vida medianamente digno. A la crisis social, económica y política no escapa nadie, pues se está rompiendo a pasos acelerados el pacto mínimo que acordamos los venezolanos en la constitución de 1999 y avanzamos a un suicidio en cámara lenta del sistema político conocido hasta ahora. Ante ese escenario el silencio y la falta de propuestas desde distintos sectores profundiza la desconfianza de los ciudadanos, pues desde los espacios políticos no hay hasta ahora capacidad para innovar en la transformación lo que nos ha llevado sin duda al caos, la anarquía y finalmente la pretensión de una minoría en imponer un sistema autoritario.
El nivel de dispersión de ideas y gritos destemplados, en el medio de la convulsión social impiden que se escuchen las propuestas anulándose al alternativas una con otras pretendiendo que gritando más duro se harán sentir y causando en el cuerpo social una tormentosa realidad – una especie de gritos mezclados, con heavy metal, guaracha y merengue – donde se imposibilita conseguir la ruta y la gran mayoría se siente como la rueda de la carreta girando en el mismo eje sin ver hacia donde se dirige.
Háblame suavecito
Durante el año que llevo trabajando en el Proyecto de Entendimiento Nacional de la UCV, he podido observar con más detalle la guerra de minitecas de todo el espectro político, con canciones repetidas a todo volumen sin nada propositivo que decir, el ruido es tan insoportable que nadie baila, nadie habla, convirtiéndose en una fiesta muy aburrida, donde todos se quieren ir.
Ante este panorama surge la pregunta: ¿Qué hacer?, la respuesta para desde mi punto de vista es sencilla, tenemos que volver a lo básico. Hay que urgentemente susúrrale al oído a esa dama que se llama Venezuela antes que se vaya. El plan arranca entonces hablándole suavecito de una idea, hay que seducirla y pedirle que baile una canción, hay que decirle cosas bonitas y dejar el atore que llevo al fracaso de estos últimos dos años, donde por improvisación y brutalidad se pretendió después del primer baile, – victoria contundente representada en esa elección de la AN- pedirle que se fueran directo a la cama sin el previo cortejo, ante la mirada del ex-novio al que parte de ella todavía ama y pretender que todo saldría muy bien.
Volver a lo básico no significa abanar o evitar la confrontación, significa que en el complejo escenario hay que ser muy creativo para lograr encontrar soluciones rápidas y esto requiere de un mínimo plan. Latinoamérica y el mundo han pasado por proceso complejos como el que hoy vivimos y lo han superado con éxito, pero para que eso sea posible tenemos que ordenar las ideas y comenzar nuestro plan de reconquista que pasa por encontrar algunas ideas innovadoras superen la parálisis progresiva que hoy viven las fuerzas democráticas.
@chuogonzalez