Hoy se cumplen 60 años de la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez, derrocado por una poderosa rebelión cívico militar el 23 de enero de 1958.
La fecha es trascendental porque implicó, por una parte, la caída de la penúltima dictadura de la historia venezolana y, por la otra, la eficaz conjunción de factores que la provocaron, pocas veces vista anteriormente.
Lo primero que hay que anotar es que aquello no constituyó –al contrario de lo que algunos piensan– un golpe de Estado. Era imposible que lo fuera. La dictadura tenía su más firme sostén, al igual que ahora, en las Fuerzas Armadas. La tesis perezjimenista, como ha ocurrido bajo el régimen chavomadurista desde 1999, también postulaba convertir –y así sucedió, sin duda, entre 1952 y 1958– al factor militar en un partido político atípico, a falta de uno genuino, cosa que nunca le preocupó al tirano tachirense.
Sin embargo, tal circunstancia no impidió su derrocamiento el 23 de enero de 1958, entre otras cosas, porque el apoyo militar no siempre significa que un régimen no se caiga. Aunque ya se sabe –como lo comentaría socarronamente muchos años después el ex presidente Herrera Campíns– que “los militares son leales hasta que se alzan”, no es cierto, por otra parte, que su sólo respaldo, con prescindencia de la sociedad civil, sea suficiente.
Vale la pena detenerse en este aspecto: es probable que la tradición militar siempre pretenda ocultar el apoyo que la institución castrense –como tal– brindó a la tiranía perezjimenista. La historia, sin embargo, es terca, y difícilmente pueda reescribirse. La verdad no es otra sino esta: Pérez Jiménez se ufanó siempre de que su régimen tenía su mejor sostén en las Fuerzas Armadas, y de allí su desprecio hacia los partidos políticos. Dio a los militares, por tanto, una importantísima cuota de poder.
Así fue como la dictadura perezjimenista fue también una dictadura militarista, algo tan reiterativo como aberrante en la historia venezolana. Hubo entonces una militarización creciente en todos los aspectos. Al final, aquella circunstancia se hizo repugnante, pues se tenía la sensación de que los crímenes, desmanes y arbitrariedades de la dictadura contaron con el apoyo de los militares o, cuando menos, con su silencio cómplice. Desde luego que tal actitud no fue unánime: buena parte de los oficiales jóvenes no estaban de acuerdo con aquella dictadura, como siempre ocurre en casos similares.
El segundo aspecto que debe destacarse es que el 23 de enero de 1958 tampoco constituyó una rebelión popular, ni supuso una multitudinaria presencia de los venezolanos en las calles. Todo aquello fue un movimiento de vanguardia organizada, ejecutado en medio de una circunstancia de la mayor trascendencia: nunca antes en la historia venezolana se había registrado un ambiente de unidad nacional, especialmente entre quienes liderizaban la oposición al régimen, ya dentro o fuera del país.
La razón de tal proceder obedecía al deseo común de marchar hacia adelante y derrocar la dictadura sin detenerse en razones ideológicas o doctrinarias, muchísimo menos de orden partidista. La integración de la llamada Junta Patriótica fue un ejemplo de tal afirmación. Allí confluyeron jóvenes líderes de AD, URD, Copei, PCV e independientes, todos absolutamente comprometidos en la tarea de deponer a Pérez Jiménez y su claque. Ese movimiento vanguardista no significó tampoco el desarrollo de una estrategia de largo alcance, sino un pronunciamiento que se produjo cuando ya las condiciones clamaban, a viva voz, que los días de la dictadura estaban contados.
Aquel movimiento cívico militar se inició cuando Pérez Jiménez ejecutó –en diciembre de 1957– la farsa plebiscitaría con la cual pretendía perpetuarse en el poder. Hubo desde entonces algunas conspiraciones de oficiales jóvenes, ninguna de las cuales se concretó. El nueve de enero el Alto Mando Militar –el mismo que PJ había designado días antes– lo presiona para que destituya al ministro de interior y al jefe de la policía política, pero el día 13 el dictador destituye a ese mismo Alto Mando Militar y asume el Ministerio de la Defensa. El 21 se produce la huelga general. El 23 se consuma la rebelión militar y Pérez Jiménez huye a la República Dominicana.
El 23 de enero de 1958 constituyó entonces el triunfo de una vanguardia cívico-militar, apoyada por la irrupción de organizaciones estudiantiles, sindicales y gremiales, contra la dictadura imperante y posteriormente derrocada.
Sesenta años después, el 23 de Enero de 1958 constituye una lección histórica para los venezolanos de hoy.
@gehardcartay