De acuerdo al diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, en su primera acepción, la palabra empresa significa: “acción o tarea que entraña dificultad y cuya ejecución requiere decisión y esfuerzo”. Mientras que, desde el punto de vista económico, lo común, es definir como empresa a toda organización dedicada a actividades industriales, mercantiles o de prestación de servicios con fines lucrativos.
Conviene aclarar que, las verdaderas empresas tienen como primera razón de ser, el satisfacer las necesidades de bienes y servicios de sus consumidores; quienes a su vez le retribuirán ese know how (saber hacer) mediante su sistemática preferencia, manifestada en la recompra de sus productos (bienes y servicios) y el respectivo beneficio comercial que de esto se deriva; de esta manera la empresa podrá cumplir con su principal deber: ser rentable, de manera licita y ética, para que sea sustentable en el tiempo.
Lo anterior implica a su vez que las empresas deben: 1) mejorar y asegurar su productividad sistemáticamente, de otra manera no sobrevivirán y 2) mantener su atractivo comercial mediante la continua innovación, que les permita atender cada vez mejor a sus consumidores, clientes, suplidores, empleados y accionistas; más aún, al entorno en el que se desenvuelven, ya que, de la interacción con todos ellos dependerá su éxito económico y su sostenibilidad en el tiempo.
Las empresas son una de las creaciones más complejas del ser humano en lo que a vínculos se refiere, considerando que es una comunidad de personas que se unen, mediante un contrato, para lograr objetivos en común además de beneficios económicos, aunque los trascienden; considerando el tiempo y energía que le invierten los que hacen vida dentro y fuera de la misma. Sobre todos sus miembros que se transforman o crecen mediante la formación empresarial (competencias gerenciales), la creación de conocimiento (técnico) y la forja del carácter (humano) que implica la acción empresarial (emprendimiento).
Por lo tanto, la empresa es un ente clave de la realidad social dada la importancia que ha tenido y tiene la misma a lo largo del tiempo desde el punto de vista económico, político y social de los países; al proveer de bienestar económico -y social- a muchos individuos, familias y naciones. De ahí que sea importante dedicarle tiempo a su estudio, para valorarla apropiadamente y realmente entender las condiciones que propicien el surgimiento y sostenimiento de las mismas.
Dicho todo esto resulta importante destacar que, desde el punto de vista de las doctrinas económicas, la Escuela Austriaca de Economía hace una valoración particular, por no decir fundamental de la empresa dentro del paradigma económico, comparado con otras escuelas, hasta el punto que la empresarialidad (la función empresarial) es el pivote sobre el que gira el análisis económico de la misma. De ahí la importancia que tiene para sus miembros explicar en qué consiste la empresarialidad y el papel económico que tiene el conocimiento que generan los empresarios cuando actúan en el mercado. Sólo de esta manera será posible comprender la tendencia coordinadora que existe en los procesos dinámicos de mercado, tal como apunta el profesor Jesús Huerta de Soto en su obra La Escuela Austriaca, mercado y creatividad empresarial (p. 33).
Más aún, es importante destacar que, para los austriacos en un sentido general, la función empresarial coincide con la acción humana. Y en ese sentido, podría afirmarse que ejerce la función empresarial cualquier persona que actúa para modificar el presente y conseguir sus objetivos en el futuro (en línea con la definición del DRAE). De ahí que la función empresarial, en un sentido estricto, consiste básicamente en descubrir y apreciar las oportunidades de alcanzar algún fin o, si se prefiere, de lograr alguna ganancia o beneficio, que se presentan en el entorno, actuando en consecuencia para aprovecharlas. (Ibidem, p. 34)
Por cierto, estas ideas encajan perfectamente con las actividades que ejerce el empresario a la hora de decidir cuáles serán sus acciones, al estimar el efecto de las mismas en el futuro y emprenderlas. Esa empresarialidad que implica estar alerta, en constante atención o vigilancia, que le hace posible al ser humano descubrir y darse cuenta de lo que ocurre a su alrededor.
Por esta razón, no se puede entender en profundidad la naturaleza de la función empresarial tal y como la Escuela Austríaca Economía se aproxima a ella, sin comprender de qué manera la empresarialidad modifica o hace cambiar la información o conocimiento que posee el actuante. Lo que nos lleva a preguntarnos: ¿Qué características tiene la información o el conocimiento relevantes para el ejercicio de la función empresarial? Ante lo que podemos adelantar que las seis características básicas del conocimiento empresarial son: 1) es un conocimiento subjetivo de tipo práctico, no científico; 2) es un conocimiento privativo; 3) se encuentra disperso en la mente de todos los hombres; 4) en su mayor parte es un conocimiento tácito y, por tanto, no articulable; 5) es un conocimiento que se crea de la nada, precisamente mediante el ejercicio de la función empresarial, y 6) es un conocimiento transmisible, en su mayor parte de forma no consciente, a través de complejísimos procesos sociales, cuyo estudio, según los austríacos, constituye el objeto de investigación de la Ciencia Económica (Ibidem, pp. 35-36) y sobre los que hablaremos en este espacio, en próximas entregas.