Cuando el ser humano entra en un estado de desesperación, sus reacciones comienzan a ser muy peculiares.
Suele suceder que los errores empiezan a multiplicarse. Adopta actitudes y conductas erráticas. Equivocadas. Irascibles. A veces extremistas y, en muchas ocasiones, diríamos que hasta rocambolescas.
Parece que al régimen dictatorial venezolano le viene pasando algo así estos días.
Tres recientes episodios lo atestiguan.
El primero de ellos tiene que ver con el lanzamiento de una supuesta criptomoneda. El Petro.
En su desesperación económica, el régimen busca dinero de donde no hay. Las sanciones económicas impuestas a personajes de este régimen por parte de los países serios del mundo, están haciendo mella en sus cajas personales y, por supuesto, en la caja nacional.
Entonces a algún genio rojo-rojito se le habrá ocurrido intentar una gran estafa nacional aprovechando el desconocimiento general que sobre el misterioso mundo de las criptomonedas existe.
Con desparpajo dicen que el Petro está respaldado por unos barriles de petróleo “georeferenciados” (cómo les gustan esas palabrejas…) en las profundidades de un campo del Bloque Ayacucho de la Faja Petrolífera.
En lenguaje más sencillo, el dinero que engañosamente algunos ilusos inviertan en el Petro estaría respaldado por unos barriles de petróleo que están bajo tierra. Unos barriles de un campo que con suerte algún día será explotado por una industria petrolera que hoy está quebrada. O lo que es lo mismo: incapacitada para extraerlos.
Esto no es sino una farsa más, de los mismos productores de exitosos proyectos como la Ruta de la Empanada, los gallineros verticales y el Plan Conejo.
Para suerte de ellos, se dice que siempre hay un pendejo que sale a la calle…
Un segundo episodio de su desesperación los lleva a huir hacia adelante convocando unas elecciones presidenciales en condiciones inaceptables. No contentos con esto, las condimentan con elecciones de Parlamento Nacional, Consejos Legislativos y Concejos Municipales.
Una super-mega-elección, pues.
Muy preocupados deben estar que, viendo que los venezolanos así como la comunidad internacional decidimos no hacerle la comparsa a su sobrevenida elección presidencial, tienen que agregarle algunos caramelitos adicionales, a ver si los oportunistas de siempre hacen fuerza y presionan la participación.
Si todos adentro y afuera de Venezuela estábamos atónitos ante la convocatoria de la elección presidencial, ni imaginar ahora en este nuevo escenario.
Por cierto, vale decir que convocar ahora una elección para la Asamblea Nacional a la que le quedan todavía casi tres años de vigencia, es absolutamente anticonstitucional. Se resume simplemente en un golpe de estado al Poder Legislativo. Muy grave.
Finalmente, un tercer acto de esta tragicomedia se escenifica en un deprimente mensaje grabado en video en el que Maduro y su combito particular, se burlan de los venezolanos mediante señas.
Es de suponer que como todos dejamos de creer lo que dicen verbalmente, intentan vendernos las mismas mentiras, pero por señas.
Es lamentable que usurpen un respetable lenguaje que por necesidad las personas sordomudas deben utilizar para comunicarse.
El ridículo que hicieron fue de marca mayor, y lo que lograron fue elevar al máximo la de por sí muy alta rabia nacional.
El país les respondió como corresponde. Con señas. En especial, esa conocida como la “señal de costumbre”.
Era de esperar. A un régimen acostumbrado a la dedocracia, Venezuela y el mundo no podía ripostarles sino con el característico dedo.