Río de Janeiro continúa en medio de una espiral de violencia, que este fin de semana volvió a dejar muertos, tiroteos y asaltos, en medio de la intervención federal que dejó en manos del Ejército brasileño el control de la seguridad de ese estado.
A pocos días de que se cumpla el primer mes de intervención decretado por el presidente del país, Michel Temer, las escenas de violencia se suceden en Río de Janeiro como una plaga que no parece tener fin.
La ciudad más emblemática de Brasil amanecía este domingo con un largo tiroteo en la favela de la Rocinha, la mayor de Río, en el enésimo enfrentamiento entre los cuerpos de seguridad y supuestos narcotraficantes, según informó la Policía Militar.
La violencia afectó este fin de semana especialmente a las mujeres, víctimas de “balas perdidas” en muchos de los casos notificados en las últimas horas.
En la noche del sábado, una madre y su hijo era encontrados muertos dentro de un vehículo en la Baixada Fluminense, una zona deprimida y de las más castigadas por la ola de violencia, que empezó al término de los Juegos Olímpicos de 2016, se agravó en 2017 y ha terminado por desatar toda su furia en este 2018.
Horas antes, en la favela Vila Aliança, en la zona oeste de Río, una adolescente de 15 años moría de un tiro en la cabeza al parecer procedente del fusil de su novio que, según la Policía Civil, tendría vínculos con el narcotráfico.
También en el oeste de la capital del estado, un grupo de bandidos, que pretendía asaltar a los vehículos que circulaban por una calle, comenzó a disparar contra uno de los automóviles en el que se encontraba un policía militar y su esposa, de 27 años.
El agente reaccionó y en el enfrentamiento su esposa recibió un disparo en la cabeza que acabó con su vida.
Otra mujer de 45 años falleció después de que una bala impactara en su abdomen como consecuencia, nuevamente, del choque entre policías y supuestos traficantes.
A estos incidentes se suman otros que dejaron heridos de bala, como el asalto que sufrió una joven pareja que, a pesar de dar todas sus pertenencias a los delincuentes, fue también tiroteada en la región metropolitana de Río.
Según la aplicación “Onde tem tiroteio” (Dónde hay tiroteo), conocida como OTT, el estado de Río de Janeiro, cuya mayor parte de la población se concentra en la región metropolitana de su capital homónima, ha registrado ya más de 1.000 tiroteos desde que comenzó el año, lo que arroja una media de 14 diarios.
Solo el año pasado la violencia causó en todo el estado de Río 6.731 muertes, entre ellas más de 100 policías y diez niños alcanzados por “balas perdidas”.
El próximo 16 de marzo se cumplirá el primer mes desde que el presidente brasileño, Michel Temer, dejara en manos de las Fuerzas Armadas el control de la seguridad de Río a través de un decreto fuertemente criticado por sectores opositores y movimientos sociales.
Desde entonces, el Ejército brasileño registró una cárcel en la que hubo un motín, cambió a los jefes de la Policía Civil y Militar de Río y actualmente concentra sus esfuerzos en pacificar la favela Vila Kennedy, en la zona oeste de Río.
Decenas de soldados patrullan desde hace días ese lugar, donde además ya han realizado alguna operación contra supuestos traficantes, aunque de poca envergadura.
Su trabajo ha consistido hasta ahora en la retirada de barricadas -algunas de las cuales volvieron a ser montadas a los pocos días-, identificación, registros y alguna detención.
Vila Kennedy es considerada como la primera prueba de laboratorio de una intervención federal que está prevista que se alargue hasta finales de este año.
La excepcional medida ha alarmado incluso al alto comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad al Hussein, quien el pasado miércoles mostró su preocupación al respecto y urgió al Gobierno brasileño a que sus políticas de seguridad respeten los estándares de derechos humanos.
Desde Brasil, el ministro de Seguridad Pública, Raul Jungmann, rápidamente salió al paso de esas declaraciones y aseveró que la actuación de las Fuerzas Armadas siempre es “ejemplar”.
EFE