Desde hace un año los venezolanos llevamos una cruz a cuestas y varias heridas en el alma. Abril siempre será la llaga que remueve los recuerdos.
Hace un año fue el rompimiento definitivo del gobierno de Maduro con cualquier otro patrón democrático en existencia. La calle fue el escenario para confrontar las amenazas de un sistema totalitario y violento dispuesto a reprimir, perseguir, amenazar y disparar. Un Estado convertido en monstruo, capaz de cualquier cosa para frenar el ímpetu de libertad de miles de ciudadanos, dispuestos incluso a morir por recuperar un país secuestrado, estafado, arruinado.
El 2 de abril la MUD llamó a la ciudadanía a rechazar las polémicas sentencias emanadas por el Tribunal Supremo de Justicia oficialista con las cuales se adjudicó, a través de un golpe de Estado, las competencias que son propias de la Asamblea Nacional.
Cifras de diversas ONG’s dieron cuenta de 157 personas muertas, un saldo de 15 mil venezolanos heridos con saña por una fuerza militar y policial desbocada, casi 4 mil detenidos, 275 de ellos procesados como criminales de guerra en tribunales militares.
La historia no oficial a la salida de las cárceles para delincuentes comunes, donde fueron recluidos vecinos, profesionales, el país de bien que no estaba dispuesto a vivir en dictadura, dio detalles de humillaciones, vejaciones, torturas y violaciones. Fueron los 4 meses más duros y violentos aún para el gobierno que se vió imposibilitada en recuperar su imagen.
La voraz e implacable represión ejercida por los cuerpos de seguridad fue la trompeta apocalíptica de una invasión ejercida silenciosamente por un conglomerado de países que no solo se apoderaron de las riquezas del país y el Estado, sino que demostraron desde el tablero de ajedrez, no estar dispuestos a dar marcha atrás en sus ambiciones geopolíticas.
Las protestas civiles solo pudieron ser derrotadas por una bomba atómica denominada la ANC, implementada para acabar con todo vestigio republicano y dejar instalado un órgano por encima de la Constitución y las leyes, luego de agotados todos los recursos de decretos por habilitantes. Ese día se perdió la democracia, bien sea por falta de apoyo internacional o de coherencia política interna para el momento.
Actualmente es un órgano inquisidor más allá del bien y del mal, capaz de legalizar la persecución como los delitos de Estado, criminalizar la resistencia, cualquier protesta o post por redes sociales, convocar o deslegitimar a su antojo elecciones, sacar gobernantes electos y dar de baja a todo aquel funcionario que ose exigir cuentas a la cúpula “intocable”, una facción muy parecida a la antigua derecha rancia que mutó irónicamente del mismo proyecto de Chávez con la intención de quedarse para siempre en el poder.
Su único propósito un año después es “legitimarse” internacionalmente, buscando así levantar las sanciones y obtener la permisividad al gran negocio que significa esclavizar un país petrolero.
Es por eso que las palabras del Papa Francisco, parco y esquivo en los asuntos de Venezuela, parecen haber tardado una eternidad, desde el Egipto antiguo hasta la Venezuela encadenada del siglo 21, todo encerrado en una misma metáfora: Un país convertido en extranjero y casi esclavo en su propio entorno, obligado a sobrevivir en medio del desastre chavista o huir buscando la aceptación y la oportunidad en otra patria desconocida.
Se han ido 4 millones y no es para menos con un país que detenta la inflación anualizada más alta del mundo superior a 6.500% entre un abril y otro.
No hay duda, abril te enseña que Venezuela está peor. Apagones de casi un día, pésimos servicios, escasez de alimentos, inexistencia de medicinas, familias desmembradas, 80 % de profesionales y emprendedores condenados a una pobreza salvaje encerrados en sus casas, mientras el enchufado 20% restante presume de sus yates y aviones de su insensible cultura de despilfarro.
Los migrantes que nos visitan se asombran de la ruina a la que fueron minimizadas las ciudades que alguna vez fueron sinónimo de progreso y que ahora guardan tristes una memoria que ya no existe.
Sin embargo el balance que puede hacerse a propósito del retorno de abril es que Maduro tampoco las tiene todas consigo.
El conflicto en los cuarteles lo debilita. Muchos negocios entre militares y mafias corruptas y la cantidad de presos por presunta conspiración generan cada vez peor malestar en el ámbito militar y mayor desconfianza en el jefe de gobierno.
La ONU confirmó que no enviará misión electoral alguna para el 20M, lo que le resta credibilidad no solo a los comicios convocados por la ANC, sino que agudiza las presiones para posponer los comicios a una nueva fecha.
La imagen de Maduro se desploma velozmente tanto dentro como fuera de Venezuela. Un triunfo exiguo en unas elecciones no reconocidas por más de 100 países no le ayudarían a mantener la estabilidad y la paz que se requiere para permanecer sentado en el poder. Cierto que Maduro puede decir “misa”, pero lanzar unos comicios aislados para obtener un triunfo cantado podría convertirlo en un presidente sin poder ni legitimidad alguna, con mayores sanciones y falta de recursos jugando en su contra.
Es posible que Maduro vea las sanciones de Suiza como un problemita de desinformación global que puede resolver cualquier “plomero” a su disposición con la llave indicada, pero desde el escándalo de Wikileaks desapareció cualquier secreto de cuentas en paraísos fiscales. Más temprano que tarde se conocerá el monto guardado no solo de funcionarios que se hicieron millonarios, sino seguramente de colaboradores de la oposición con la maña de erosionar el tesoro de la patria.
Después de Suiza, Panamá acusó abiertamente a Cabello y a Maduro de lavar dinero y los mete en una lista negra junto a otros 52 funcionarios y 16 empresas que quedarán inhabilitadas para recibir dólares.
Según analistas estas acciones podrían minar las intenciones rusas-venezolanas puestas en el petro, posterior al duro golpe propinado por Trump, que saca la criptomoneda chavista de toda competencia formal, ya que comienza a ser considerada como herramienta para la legitimación.
Las muertes no confirmadas en su totalidad de presos en la comandancia de Policarabobo dejan al descubierto una clara violación a los derechos humanos de los internos y sus familiares, pero también deja servido en la mesa otro conflicto como son los negocios e irregularidades entre el gobierno y los pranes encargados de las penitenciarías.
Por último la Cumbre de abril. Si Maduro no va a la Cumbre de Lima tal como ha “vociferado” tendrá que explicar las razones por las que definitivamente está quedando cada vez más aislado en el escenario internacional. Hacer caso omiso al llamado del TSJ para ir a declarar a Bogotá le podría desencadenar nuevas sanciones de organismos internacionales como la CPI, la UE y nuevamente el Departamento de Estado. Así empieza abril, qué angustia, que nervios, que desesperación.
@damasojimenez