Viniendo de Cuaresma, tiempo de oración, ayuno y reflexión; pasando por la Semana Santa. Llegué a concluir que, la elegancia y belleza del estilo inimitable de “Jesús de Nazaret” es tan grande, que ninguna inteligencia puede apreciarlo debidamente, y que no podría ser obra de ningún hombre.
A lo largo de mi vida, he aprendido que no debemos perder la razón que nos mueve la vida. A esto se le define como el propósito de nuestra vida, que sería la razón elevada que convergen en punto o términos comunes, como la felicidad y el bienestar supremo.
Es muy frecuente escuchar decir ¡Yo no vine a este mundo a sufrir! ¡El sufrimiento no se hizo para mí! ¡Si hay algo que me esté quitando la paz, lo desecho! ¡No quiero personas tóxicas! Créanme que todo esto es válido y hasta puedo compartirlo.
Pero, existen otras frases que se encuentran en el inconsciente colectivo: ¡Ser rico es malo! ¡Primero muerto que bañado en sangre! ¡Me casé para no estar sola o solo! En fin una serie de constante queja que alteran las emociones y por supuesto la salud corporal, haciendo cambiar el ritmo de la vida. Así pues, nunca terminamos de estar totalmente bien y en paz. ¿Qué será lo que sucede?
Creo que, la mayoría de nosotros no consideramos, que el mundo que está fuera de nuestra zona de control, sea totalmente incompatible y en consecuencia operan cosas que no habíamos previsto. Comenzamos a estar fuera de nuestra zona de control o sencillamente los avatares de la vida nos mueven esa zona.
Sucede, que cuando estamos cansados de las situaciones, queremos cambiarlas de forma inmediata, cayendo en la inmediatez, idiotez y hasta en la estupidez, por lo que, no decidimos lo correcto, no anticipamos las estrategias y los cambios que devienen de la nueva situación.
Pareciera que, la felicidad y el bienestar fueran imposibles de alcanzar, debemos considerar el exagerado apego a las cosas y a las personas. No estamos preparados para el cambio, nunca vemos venir los conflictos que devienen de la mala toma de decisiones. Andamos todo el tiempo apurados; me conseguí un amigo en el Metro, lo saludé le pregunté a donde iba y me respondió: Que no sabía, pero sentía que iba retardado.
Sentimos que el mundo se nos cae, sufrimos con las pérdidas materiales y no estamos conscientes que todo lo que tenemos, no nos pertenece, ahogando muchas veces la tranquilidad y la paz que deberíamos tener.
¡Todo! absolutamente todo, lo que hagamos debe evaluarse con calma, en función de darle valor agregado al propósito esencial de nuestra vida. Cuando existe el apego exagerado a lo material, y dependemos de ello, nos hacemos dependientes y esclavos, comenzamos a crear la base de nuestro sufrimiento.
Imaginemos, nuestros órganos recibiendo a una velocidad exagerada de trabajo con la impaciencia y estrés que le generamos al cuerpo. Que en menos de cuarenta años, terminamos enfermos y no disfrutamos la vida.
El entretenimiento, es aquello que nos entretiene la velocidad de la vida, andamos a cien kilómetros por hora, en una vida donde se debe andar a treinta, estamos sometiendo el sistema corporal y mental a una sobrecarga generando hipertensión y cosas inimaginables causando enfermedades a nuestro cuerpo.
Vivimos a una velocidad, donde el amor se queda en la estación; el sexo cuesta mucho tenerlo y nos estamos perdiendo el milagro de la ¡Vida! Cuando andamos apurados, reemplazamos lo ¡Urgente por lo Importante!
El entretenimiento es bueno, pero no debe excederse de lo que es sustancial, y llegar a perdernos el abrazo con la familia, ayudar a otro y ver la felicidad en la cara de ese ser, la geografía, la naturaleza, el techo del Sambil, la Vereda del Lago en fin. Nos perdemos el mundo entero, debemos devolvernos la naturaleza de la vida, debemos reflexionar sobre las urgencias, porque estas se llevan lo importante.
La Urgencia es un miedo que hace, que permanentemente estemos atropellando lo importante. Se ha perdido su relación con los demás, ya no existe el vecindaje, el socorro, nos estamos comiendo el uno a los otros. Nos la pasamos compitiendo, queriendo demostrar al mundo que yo puedo más que el otro, pero no podemos seguir creando un mundo competitivo, porque ese mundo sustituyó al amor y la paz por lo urgente.
El amor es lo que necesitamos, revisemos la pausa que da el ritmo de la vida, esa pausa es la respiración, ella gradúa la atención total, y me permite estar al 100% con lo que voy a hacer y con la persona deseada. Que no se te olvide respirar en forma pausada, tomate el tiempo necesario para hacerlo. Vísteme despacio que ando apurado, decía Sun Tzu en el “Arte de la Guerra” antes del combate.
Por lo que, si quieres ser feliz, debes admitir que habrá muchas cosas fuera de tu zona de control, evita tomar decisiones precipitadas o en momentos de alta intensidad emocional. Renuncia al apego enfermizo a las personas, a los sentimientos, a lo material. Libérate de esa necesidad de poseer, pues todo es temporal y nada te pertenece, debes liberarte y soltar esa carga pesada llamada fracaso. Y por favor, si deseas el camino al éxito: ¡Encuentra el propósito de tu vida!, ¡Apasiónate por hacerlo! ¡Cambia el fracaso por la Oportunidad! y busca ¡El control de las velocidades de la vida!
Gervis Medina
Escritor