Sumergidos como estamos en Venezuela en la solución de la problemática trascendental de conseguir una salida democrática que se traduzca en el cambio del modelo político regresivo que ha destruido un país que otrora fue la envidia de Latinoamérica, resulta fácil olvidar y difícil enfocarnos en que muchos de los problemas que hoy nos aquejan y que tratamos de superar, son asunto del lejano pasado en el mundo civilizado, como hasta hace apenas relativamente poco era acá.
El cambio para peor se inició cuando decidimos ir en contravía, pensando que las agujas del reloj giran de derecha a izquierda o que el mundo gira de izquierda a derecha, tomando como ejemplo a seguir a modelos fracasados, con economías caóticas y regímenes autoritarios para los cuales la libertad de expresión y los derechos humanos solo existen en las páginas de los Tratados. Así, luego de 19 años de tempestades, llegamos al infeliz puerto del “mar de la felicidad cubana”, cuyo rumbo fue fijado por el innombrable en aquél discurso en la Universidad de La Habana. Desde ese entonces y pese a que unos pocos defiendan la apariencia de una buena gestión con base a la bonanza de la que gozamos por años gracias a los exorbitantes precios del petróleo, sencillamente los hechos demuestran lo contrario y en todos los indicadores nos hemos desplomado, cual peso muerto cayendo por un precipicio que lejos de ser natural, ha sido creado por una terrible combinación de mentes ignorantes con conductas retorcidas.
Referirnos a los males que aquejan a la sociedad venezolana, es simple y basta para ello una simple narrativa de un día cualquiera, de la cotidianidad, para visualizar como lo anormal se ha convertido en la regla y lo normal es la excepción que confirma esa regla del mundo anormal, del mundo al revés! Por ello, es importante preguntarnos cuando se convirtió en normal que a diario millones de venezolanos deban hacer una larga cola en un cajero automático para retirar el equivalente a diez centavos de dólar (USD $ 0.10); o cuando se hizo normal pagar para obtener efectivo por encima de dicha cantidad; o cuando se hizo algo cotidiano que para la adquisición de las cosas más simples como la harina de las arepas o lo más complejo como una dosis de quimioterapia para tratar el cáncer, deba recurrirse a un intermediario, bachaquero o especulador que desde el mercado negro no hace otra cosa que resolver una necesidad creada por esa terrible combinación de mentes ignorantes con conductas retorcidas, pues allí, donde exista esa necesidad, donde exista ese espacio, que en esta oportunidad lamentablemente ha sido creado artificialmente por quienes precisamente deberían evitarlo, allí estarán esos antipáticos intermediarios.
Y así las cosas, mientras en estas latitudes marchamos en contravía y en acelerado y constante retroceso, hay por otro lado un mundo civilizado, que aún con sus muchos problemas, gira, avanza sin descanso y evoluciona. Es un mundo que habla del Internet de las Cosas como un concepto que busca que todo cuanto nos rodea esté interconectado, mientras acá aún se discute lo limitado del ancho de banda y el bloqueo al libre acceso de informaciones adversas al gobierno; es un mundo que investiga, discute, promueve y trabaja sin descanso en el desarrollo de la denominada Inteligencia Artificial, entendida como aquella que es el producto del aprendizaje de las máquinas, mientras por acá aún lidiamos con suerte con algo de inteligencia emocional para lidiar con la ignorancia de los gobernantes; es un mundo donde se desarrolla la Realidad Virtual y la Realidad Aumentada, mientras por estos lares nos mantenemos anclados en el realismo mágico. En fin, es un mundo donde se habla y promueve la investigación y el desarrollo de las nuevas tecnologías para crear alcanzar un mejor nivel de vida, un mundo mejor.
En ese mundo que gira hacia la innovación, desarrollo y oportunidades es donde debemos insertarnos. Es hacia allá donde debemos apuntar y corregir la dirección de nuestro rumbo. Es ese el mundo que debemos aspirar para nosotros, nuestros hijos y las generaciones porvenir. Un mundo civilizado y moderno, frente a la versión Somalizada que se han empeñado en imponernos a sangre y fuego, es hacia donde debemos poner a girar el país y en alcanzar ese objetivo debemos poner todo nuestro empeño y esfuerzo. Es posible y lo lograremos… Fijemos el rumbo!
(*) Abogado. Presidente del Centro Popular de Formación Ciudadana (CPFC)
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