Este jueves, Letizia vivió en sus carnes un trago muy amargo: el abucheo que le dedicó un grupo de ciudadanos cuando abandonaba la sede de la madrileña Organización Médica Colegial, donde asistió a una jornada sobre el tratamiento de la discapacidad en las redes sociales, publica El Mundo.
Era su primer acto oficial tras el escándalo por la difusión de su encontronazo con la Reina Sofía , el domingo en la catedral de Palma, cuando impidió que Leonor y Sofía se fotografiaran con su abuela ante el estupor de Don Felipe , que acudió a mediar entre ambas. Su íntima amiga, la periodista Inmaculada Aguilar, que ejerció esta vez de portavoz de la Reina ante el mutismo de Zarzuela, declaró que Letizia “estaba desolada”. Una desolación que, quien conoce a la Reina, sabe que tiene que ver con el daño que involuntariamente ha producido este encontronazo a otra de las protagonistas de la tensa escena: su hija Leonor, quien al verse entre la espada y la pared, se soltó con un ademán muy brusco del brazo de su abuela. Como consecuencia, la Princesa, que hasta ahora había sido la “niña mimada” de la prensa, que alababa su educación y comportamiento exquisito, por vez primera fue objeto de un aluvión de críticas en las redes sociales.
Según explica a LOC un allegado a la Familia Real: “Es totalmente injusto, la niña no tuvo culpa de nada, la responsabilidad es de su madre, o de su abuela o quizá de las dos, porque la pusieron en una situación límite. En el forcejeo, optó como es lógico por obedecer a su madre, que no quería que se hiciera la foto, pero se puso nerviosa y se soltó bruscamente del brazo de Doña Sofía, dando un manotazo. Sólo tiene 12 años y está muy poco fajada en la vida pública, entre otras cosas porque su madre tiene dosificadas al milímetro sus apariciones, por tanto es comprensible que perdiera el control en un momento tan tenso”.
Paradójicamente, la Princesa de Asturias, además de heredar la mirada azul de Don Felipe, lleva en sus genes grabado el sello Borbón, ya que desde pequeña mostraba un interés inusual por todo lo relacionado con su condición regia. Preguntas como “¿cuándo voy a dar un discurso?” o “¿me van a hacer reverencias?” hacían saltar las alarmas en su madre, que decidió tomar cartas en el asunto.La encomendada fue Paloma Rocasolano, madre de la Reina, en quien Letizia confía ciegamente. Desde que las niñas eran pequeñas, se ha encargado de suplir a su madre cuando Don Felipe y Doña Letizia se ausentaban de Zarzuela. Ella impedía que Leonor y Sofía llamaran a un timbre y apareciera un mayordomo tratándolas de Alteza. También de mostrarles el mundo real, llevándolas al parque e incluso montándolas en autobús de la EMT, quizá para que Leonor dejara de preguntar por qué otros niños no tenían chófer.La presencia de Paloma Rocasolano despertaba resquemores en Doña Sofía, quien dado que sus nietas vivían en el recinto de Zarzuela, quizá acarició la ilusión de mitigar su soledad con ellas. Pero pronto se disipó ante la resistencia de Letizia, que aducía que estas visitas afectaban a la disciplina y los horarios de sus hijas. Cuenta la rumorología que Doña Sofía les llevaba caramelos de anís a escondidas, algo que indignaba a su madre, muy estricta con su alimentación y en general con su educación.
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