Según datos de la Federación Española de Parkinson, se estima que en España padecen la enfermedad entre 160.000 y 300.000 personas, siendo la segunda dolencia neurodegenerativa más prevalente en la actualidad después del Alzheimer.
Por Alejandra Sánchez / La Vanguardia
Más allá de los temblores
Se trata de un trastorno neurodegenerativo del movimiento que afecta al sistema nervioso central. Presenta una serie de síntomas motores, como la bradicinesia o lentitud, la rigidez muscular, la inestabilidad postural y los temblores en reposo. No obstante, más allá de esta última característica –considerada como una de las más distintivas de la enfermedad–, aquellos que la sufren también presentan manifestaciones no motoras que son menos conocidas también muy relevantes en la calidad de vida.
“Es mucho más que un temblor en reposo, puesto que este síntoma solo lo padecen un 30% de afectados”, sentencia Patricia Pérez, neuropsicóloga coordinadora del área de e-salud, innovación y apoyo a la investigación de la Federación Española de Parkinson.
Es mucho más que un temblor en reposo
Los enfermos sufren síntomas neuropsiquiátricos, como trastornos afectivos y del control de impulsos, alteraciones cognitivas, alucinaciones y delirios, demencia, adicciones o hipersexualidad… También algunos relacionados con el sueño, como somnolencia diurna, pesadillas, insomnio o sueño fragmentado, así como el síndrome de las piernas inquietas. Asimismo, existe una afectación del sistema autonómico, como sudoración excesiva, descenso excesivo de la tensión arterial cuando se ponen en pie (hipotensión ortostática), disfunción sexual, al igual que otros problemas digestivos y sensoriales.
Solo en un 10% de los casos es hereditario
Aunque se desconoce su origen, se sabe que hay una perdida de neuronas –que se encuentran en los ganglios basales del cerebro– en la sustancia negra que a su vez provoca una falta de dopamina, neurotransmisor encargado de transmitir la información necesaria para el correcto control de los movimientos.
“Se estima que solo un 10% de los casos se explican por factores genéticos y en el 90% restante se desconoce la causa, así como se contemplan otros factores medioambientales y los derivados del propio envejecimiento del organismo”, sentencia la neuropsicóloga.
Patricia Pérez matiza que “no todos los pacientes van a experimentar los mismos síntomas ni evolucionar de la misma manera”. Además, explica que el diagnóstico se realiza a través tanto de la historia clínica de la persona como de una exploración física y neurológica, pues aún no existe un marcador bioquímico. Es decir, en la detección de los síntomas motores antes mencionados y en la exclusión de otros posibles trastornos.
Esta compleja situación da lugar a diagnósticos tardíos o erróneos que generan consecuencias negativas tanto a la persona afectada como a su entorno, dado que de por sí tener que afrontar la enfermedad es muy duro y suele requerir tanto apoyo psicológico como emocional por parte de los allegados.
Afecta más a los mayores, pero también a los jóvenes
En este aspecto uno de los casos más impactantes y mediáticos fue el del actor Michael J. Fox, protagonista de la famosa trilogía de Regreso al futuro, a quien diagnosticaron la enfermedad a los 29 años en el mejor momento de su carrera. No obstante, aún en contra de los pronósticos de los médicos, el intérprete aún continua en activo.
La edad media de comienzo suele ser entre los 55 o 60 años, sin embargo, del 5 al 10% son diagnosticadas antes de los 40-50 años, lo que se conoce como parkinson de inicio temprano (EPIT) y cuyo impacto, además de emocional, también incide sobre las expectativas y planes de futuro de los pacientes.
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