La campaña electoral iniciada el 22 de abril muestra el fracaso de la imposición por parte de la fraudulenta e írrita Asamblea Constituyente y el inepto Consejo Nacional Electoral, cuando atónita Venezuela comprobó que el autobusero Maduro se encontraba en La Habana en representación del post-chavismo, quedando clara la confrontación con el chavismo que se quedó en Venezuela, con lo cual la confrontación chavismo vs. post-chavismo, militarismo vs. gansterismo, conduce a que la mayoría de los venezolanos tomen la decisión de NO VOTAR.
No votar significa una decisión libérrima de la masa de venezolanos decentes, que quieren un cambio político. Un cambio político se logra mediante la Participación Política Contendiente, que refleja la decisión libérrima del ciudadano de participar en la campaña electoral, incorporarse a los planteamientos del candidato y accionar de acuerdo a lo previsto en la Ley Orgánica de Procesos Electorales. Es decir, se cumple el constructo de participación política con la cual los ciudadanos no son espectadores, no son apáticos, sino que por lo contrario constituyen la savia, la energía y la determinación por y para seleccionar a quien se vota.
La campaña electoral, entonces, conduce al voto. Sufragio impone una responsabilidad ética entre los ciudadanos electores y la comunidad política. La comunidad política está determinada por los partidos políticos, se manifiesta en los grupos de interés y perfilan la importancia del sufragio para los ciudadanos. Desde el domingo 22 de abril queda claro que el venezolano que hoy vive la miseria exponencial como consecuencia del asalto al poder y la riqueza de Venezuela por un grupo de militares sediciosos, conspiradores e irresponsables, no tienen razón para intentar animar el voto ciudadano.
El voto es el extremo de una acción racional y no emocional del ciudadano cuando decide los destinos de la República. Lo que pretende la falsa electoral del 20 de mayo es darle continuidad a la más cruel y desgraciada situación que le ha tocado al país, en manos de un militarismo obsecuente, primitivo y desnaturalizado, que anclado en el heroísmo y la heroización ha sido gobierno, ha administrado las riquezas de la República para convertirse en un grupo ladrón, peligroso y putrefacto que avergüenza la historia de la Nación. No votar significa hoy salvar la República y dejar sentado que el venezolano promedio, eso que se señala como el 78%, no va a votar ni por el post-chavismo enfrentado al chavismo y, mucho menos, por quienes de manera inmoral y contra la ética del venezolano han aceptado en presentarse para que aparezca una mascarada de seudo-democracia.
No votar significa preparar a la ciudadanía democrática para reaccionar el 21 de mayo, como lo establece el planteamiento de la Resistencia Civil. Resistencia civil que no debe ser confundida con violencia, resistencia civil que significa responsabilidad para mantener la República, habida cuenta que quienes han montado la falsa electoral destruyeron el sistema político venezolano, pero no podrán contener la soberanía de los ciudadanos que están dispuestos a salvar la República. Salvar negándose a asistir el voto como explicación única que queda frente a quienes, como gobierno, intentan destruir a una sociedad que tiene el derecho legítimo de exigir un proceso electoral seguro, confiable, libre y en igualdad de condiciones.
No votar es, entonces, lo que representará en la historia de la posible transición política venezolana una decisión histórica, reflexiva, responsable que se niega al juego maniqueo de mercaderes de la política y de mafias corruptas, que ejercen de manera arbitraria el poder para su beneficio propio. No votar significa tener conciencia de la desgraciada coyuntura que vive Venezuela, que no es otra cosa más que una guerra civil. Guerra civil que muestra la más grande conflictividad entre los venezolanos, que registra un Estado Polémico que es instrumenta el hiato Maduro-Padrino y permanente intención hostil que a través de la violencia militarista intenta el aniquilamiento físico de los venezolanos.
No votar es dar el gran paso con rigurosidad ciudadana, con precisión sobre lo que se desea a partir del 21 de mayo y con fidelidad cierta sobre la Constitución. No votar es, definitivamente, exponenciar la crisis que nos mantiene atados a una tensión enfermiza y a un antagonismo insoportable como consecuencia de la maldición del militarismo, encarnado en un cuerpo de golpistas que cobardemente desde 1992 y después en 1999 tomados por la ideología del socialismo a juro, creen que son dueños de Venezuela.
No votar se constituye en la gran elección de todos los ciudadanos que, como oposición política, de manera firme y valiente sufren la miseria exponencial del chavismo y post-chavismo que, indeclinablemente, pudiera conducirnos a partir del 21 de mayo al cataclismo de la calamidad político-social.
Es original,
Dr. José Machillanda
Director de CEPPRO
@JMachillandaP