Desigualdad revolucionaria, por Julio Castellanos

Desigualdad revolucionaria, por Julio Castellanos

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La retórica del régimen ha sido, desde 1998, la búsqueda de la igualdad de conformidad con la supuesta ideología socialista que dicen profesar. Sin embargo, eso no pasó nunca al campo de los hechos, al contrario, datos de Encovi 2017 (Encuesta Nacional de Condiciones de Vida) demuestran que los venezolanos éramos más equitativos, con mayores grados de movilidad social y menos miserables durante la democracia que con la “Revolución Bonita”. ¿Por qué ocurrió eso? Buena pregunta.





Las santas escrituras dicen “Por sus obras los conoceréis”, en efecto, vamos a conocerlos, los que decían que las universidades públicas eran exclusivistas y no les daban “cupo al pueblo” resulta que son los que hoy le niegan el presupuesto a las universidades para reducirlas al desmantelamiento, a no tener transporte, ni comedor, ni pago decente a los docentes, ni investigación, ni extensión. Hoy los jóvenes venezolanos abandonan sus estudios universitarios por no poder pagar el transporte de su casa al campus y, con ello, le quitamos oportunidades de ascenso social y progreso personal. Lo mismo ocurre, entre más silencio y dramatismo, en los niveles educativos de primaria y secundaria.

Los que se quejaban de la “Ley de Vagos y Maleantes” por ser punitiva y represiva convirtieron con su inacción a las comunidades en campamentos del crimen abandonando a su suerte a los ciudadanos que sufren el gobierno de los pranes. Y peor, los que sí reciben todo el poder de fuego de los órganos de seguridad y la persecución judicial son los dirigentes sociales que reclaman pacíficamente sus derechos. Hoy mismo, se la pasan diciéndole a las comunidades más pobres, que sufren la crisis del gas, que no tranquen las calles en protesta porque estará “penado”. ¡Que bello! ¡que bonito les quedó!.

Los que decían que “acta mata voto” y criticaban las elecciones manuales durante la democracia, hoy “amarran” el voto descaradamente, a punta de amenazas y chantajes con el carnet de la patria, en la entrada de los centros de votación, inhabilitan candidatos, ilegalizan partidos y tienen presos políticos.

Esos que se rasgaban las vestiduras criticando a los gobiernos democráticos por sus acciones u omisiones, a punta de telenovelas baratas y dándoselas de bohemios tarareando a Silvio Rodríguez, terminaron borrachos de poder, cerrando medios de comunicación, vulgarmente ricos con el control de cambio y dólares preferenciales, dándose la vida rockstar que le niegan al 95% de la población que está quedando en el chasis después de bajar en promedio casi 10 kilos de peso en un año. Pero claro, sin crítica, ni veeduría, porque bloquearon a la Asamblea Nacional (único poder público legítimo en Venezuela) donde los ministros y el presidente deberían asistir a rendir cuenta de lo gastado y “gozado” con los reales de la nación.

Está supuesta revolución trajo, primero con Chávez y luego con Maduro, la creación de un sistema de élites donde unos pocos son ciudadanos de primera y el resto, todos los demás, somos ciudadanos de segunda. Nada más alejado en la práctica de la predica. Dijeron “igualdad” pero constituyeron una nobleza de sangre azul, infantas y monarcas con derecho divino a gobernar. Eso se corrige con una auténtica revolución, con dosis intensas de libertad, igualdad y fraternidad, con voto universal, secreto y directo, con ciudadanos antes que súbditos y, claro, cortándole la cabeza a las serpientes autoproclamadas “originarias y plenipotenciarias”.

Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica