“Yo me quedo en Venezuela, yo me muero en Venezuela…
A mi no me sacan ni amarrado, a menos que me agarren desprevenido…
Y me maten en los Andes…”
Evio Di Marzo, Adrenalina Caribe
Lo conocí luego de un concierto en Mata de Coco a finales de los años ochenta. Aún recuerdo vívidamente el espectáculo que era Evio Di Marzo en la percusión. En esa época, los adolescentes podían salir de noche a eventos musicales sin miedos ni temores. Las calles iluminadas, mucha gente de todas las edades los fines de semana. Se formaba tráfico de vehículos en la madrugada. Uno se podía estacionar en un parque o en una plaza a besarse románticamente con la novia. El único peligro era que un policía tocara la ventana del carro, que te regañara y pidiera que te fueras a tu casa o a un hotel.
Muchos crecimos en esa otra Venezuela, en esa en la que Evio era un éxitoso músico y compositor. Porque había mucha expresión cultural. Venían agrupaciones de todas partes del mundo, y, eso, generaba trabajo y riqueza para los venezolanos. Evio vivía de toda esa actividad. Igual que su hermano Yordano. Igual que tantos otros artistas. Con su música bailamos y cantamos. Bajo el manto de su voz nos enamoramos, nos despechamos y nos volvimos a enamorar.
Su muerte me hizo recordar estas cosas que les escribo. Recuerdos de una Venezuela que fue. El Socialismo del Siglo XXI trajo consigo la oscuridad. La oscuridad en todas sus dimensiones, en todos sus sentidos, con todos sus significados.
La delincuencia ha silenciado a un artista que ya no vivía de su arte. A un padre de familia cercano a la revolución de Chávez pero que por sus críticas a Nicolás Maduro le cerraron las puertas, en sus palabras: “porque no me callo las críticas a los errores del gobierno…”. A un venezolano ejemplar que no reparó en hacer carreras con su vehículo para sobrevivir. A un padre de diez hijos que son diez hijos que se han quedado sin padre.
A finales de esos años ochenta, daba un curso en sobre la Antropología de la muerte en la UCV para los estudiantes de sociología. Allá por los mismos años en que compuso la canción Yo me quedo en Venezuela. Porque Evio Di Marzo era un antropólogo a quien la muerte delincuente sorprendió en la oscuridad de la noche. Un antropólogo interesado en el estudio de la veneración de los muertos, de lo sagrado de la vida y de la muerte, que fue despojado de su existencia mortal de la forma más vil.
No lo mataron en los Andes. En los Andes murieron la noche anterior a la suya once personas por el volcamiento de una perrera. Porque a falta de repuestos para el transporte público humano, los venezolanos se arriesgan hoy día entrando en jaulas para desplazar animales. Deshumanización del transporte y muerte animalizada.
Reflexionando sobre las bases antropológicas de la libertad, el filósofo Gadamer nos dice que al introducir el entierro de los muertos la sociedad humana dio “un paso decisivo hacia la humanización del hombre, porque significa una superación de la preservación personal que es el principal objetivo de los seres vivientes. Esta superación es lo que llamamos trascendencia.” Hoy los venezolanos luchamos por sobrevivir y no perecer en la telaraña puesta por una ideología del mal que niega la libertad humana y hasta la vida. Nosotros insistiremos hasta la muerte en ser libres y enterraremos a nuestros muertos. Trascenderemos y nos mantendremos humanizados.
Evio Di Marzo vivió cuarenta años en democracia. Pero nació en dictadura, se quedó en Venezuela y murió en dictadura. De Pérez Jiménez a Maduro. No murió en los Andes… lo asesinaron en Bellas Artes, lo agarraron desprevenido… y su arte con nosotros queda y su ser trasciende su mortalidad. El asesinato de Evio Di Marzo simboliza la muerte de un tiempo mejor, de un tiempo que se marchó y que ahora vive en nuestros recuerdos perennes.
“Vivir en Caracas, morir en Caracas”.
Yordano
Dios lo tenga en su Gloria.
@massone59