Después de nuestros argumentos en el sentido que la reconversión monetaria planteada era inviable, el gobierno optó por posponerla durante un lapso a ser determinado, oídas igualmente las argumentaciones de la Asociación Bancaria, quien claramente expresó la falta de tiempo para que el sistema bancario pudiese adelantar las adecuaciones contables y computacionales para el lanzamiento de la nueva familia de billetes. No obstante estos elementos operativos, lo sustantivo reside en el hecho que en medio de una hiperinflación carece de sentido realizar una reconversión monetaria, consistente en eliminar cierta cantidad de ceros al cono monetario. El enemigo de la moneda es la inflación causada por la moneda misma. La moneda se transforma en su propio enemigo cuando la gente le pierde la confianza. La creación y destrucción de la moneda son parte del mismo proceso.
El bolívar está aniquilado por una inflación galopante resultado de una emisión desmesurada de dinero originado en el financiamiento monetario del déficit fiscal, tal como ha sucedido en todos los procesos de hiperinflación conocidos y estudiados. Diversos cálculos coinciden en que al cierre de 2018 la tasa de inflación podría cerrar en un rango entre 50.000% y 80.000%, si la tasa de inflación en los meses próximos se mantiene en el entorno entre 70,0% y 80,0% mensual hasta diciembre. Ello quiere decir que el nuevo como monetario que entraría en circulación en agosto próximo ya en diciembre habría perdido cerca del 70,0% de su valor, con lo cual para el primer trimestre de 2019 habría que pensar en otra reconversión monetaria y así sucesivamente. Los costos monetarios de esta reconversión monetaria para una puesta en circulación de aproximadamente cinco millardos de piezas estaría cercano a los US$ 250 millones, los cuales se perderían totalmente ya para diciembre de 2018. Serían millones de dólares tirados a la cañería, hoy que tanta falta hacen.
Por tanto, lo procedente es atacar el problema en su raíz, acabando con las causas que generaron la hiperinflación. Ello implica el diseño de un plan económico integral que en el corto plazo pare en seco la emisión monetaria de origen inorgánica que hace el BCV con el objeto de financiar a PDVSA. Esa es la causa del problema. Ello implica eliminar el control de cambio y que el mercado coloque el tipo de cambio en su valor real. Para que ese valor sea creíble ello tiene que estar precedido del refinanciamiento de la deuda externa que hoy no se puede pagar y que en los hechos está en default. Refinanciada la deuda, se abre el financiamiento externo y las finanzas públicas mejoran y de esta manera no acudirían ni el fisco ni Pdvsa al BCV para que éste emita un dinero que nadie desea. El otro puntal en la lucha para acabar con la hiperinflación tiene que ver con la política monetaria. Como parte de ese plan, el BCV para expandir la cantidad de dinero solamente lo podrá hacer sobre la base de contar con reservas en oro y otros activos en moneda extranjera o en operaciones de crédito genuinas con el sector bancario y jamás para financiar al gobierno. Solamente actuando en esos frentes se puede derrotar la hiperinflación y acometida esta tarea, estaría planteada una reforma monetaria para lo cual habría que discutir si vale la pena continuar con el bolívar como moneda nacional.