La búsqueda de casi 200 desaparecidos por la potente erupción del volcán de Fuego en Guatemala se vio dificultada este viernes por nuevos deslizamientos que ponen en riesgo la zona, donde al menos 109 personas murieron en la tragedia ocurrida el domingo pasado.
AFP
Ese día, una potente erupción del volcán sepultó bajo toneladas de ceniza y arena caliente a la comunidad San Miguel Los Lotes, en el sureño municipio de Escuintla, donde luego de tres días las intensas labores de rescate fueron detenidas temporalmente ante el peligro latente.
“Hay que buscar, hay que buscarlos por favor”, gritaba casi ahogada en llanto Norma Ascón, de 34 años, quien junto a su hermano José (30), quieren encontrar a sus 30 familiares desaparecidos, entre ellos padre, abuelos, tres hermanos y sobrinos.
Los hermanos sobrevivientes de la catástrofe y otros vecinos lograron pasar el último cordón policial que impide el paso al corazón de la tragedia y, en medio de la comunidad devastada, intentaban encontrar un indicio que los llevara hacia los cuerpos de sus familiares.
Los residentes que quedaron vivos son los únicos que rompen láminas de metal y abren agujeros en la arena, en algunas partes aun caliente, debido a que los batallones de socorristas no han ingresado por la incesante actividad volcánica y la inestabilidad del terreno.
Los protocolos internacionales establecen que después de 72 horas de una tragedia se deben suspender las operaciones de búsqueda, al considerar que ya no hay posibilidades de encontrar sobrevivientes.
El volcán, de 3.763 metros de altura y situado a 35 km al suroeste de la capital, registró el domingo su erupción más fuerte de las últimas cuatro décadas, que dejó al menos 109 muertos y 197 desaparecidos en medio de un explosivo flujo de rocas ardientes, gases y ceniza.
La furia desatada por el coloso dejó además 58 personas heridas y 12.407 evacuadas, de las cuales 3.710 permanecen en albergues, según el último balance divulgado por la Conred, ente estatal a cargo de protección civil.
Limpieza y luto
Este viernes las circunstancias no cambiaron y los operarios de la misma maquinaría se concentraban en retirar la arena que anegó la carretera que colinda con la comunidad devastada, levantando grandes columnas de polvo.
Mientras que en el cementerio de la ciudad de Escuintla, a unos 9 km de la catástrofe, cinco miembros de la familia García Paz fueron enterrados, observó un fotógrafo de la AFP. El camposanto fue anegado por las fuertes lluvias, dificultando que los féretros de un padre con sus tres hijos y un nieto fueran colocados en el fondo de los agujeros.
La tragedia ha movido el ofrecimiento de ayuda internacional y la embajada de Japón anunció que enviará un cargamento de carpas y mantas, entre otros artículos, sin precisar la cantidad.
Pobladores con serias quemaduras han sido llevados a hospitales de Estados Unidos y México.
Se resisten a salir
Una pequeña comitiva de la Conred, Procuraduría de los Derechos Humanos y otras instituciones recorrían este viernes la aldea El Rodeo y otras comunidades para pedirle a los vecinos que permanecen en el lugar que abandonen sus casas ante el peligro, sin embargo los que quedan proteger sus pertenencias.
Es el caso de los familiares de Vanessa Hernández, de 25 años, quien subida en una motocicleta con su esposo intentaba llegar a la comunidad Trinidad para llevarles alimentos, pañales y medicinas.
“No tienen comida, vine a dejarles un poco”, dijo a la AFP con una bolsa con sopas instantáneas. Vanessa y su esposo son de la misma comunidad y están en un albergue desde el lunes.
Faustino López, de 80 años, quien caminaba apoyado con un bastón para regresar al salón municipal de Escuintla, donde está albergado, dijo que fue a darle de comer a sus gallinas y perros en la colonia Santa Rosa, que fue evacuada.
“Ya quiero que se calme todo esto”, señaló mientras avanzaba con la esperanza de que algún vehículo se detuviera y lo regresara a Escuintla, a unos ocho km de distancia.