No es Presidente. Lo han dicho a voz en cuello y de forma enérgica los países que conforman la OEA. No han tenido reparo para actuar y no han creído las farsas montadas del pasado por parte de quienes usurpan Miraflores.
Ahora el hemisferio se ha puesto la corbata. Ya no se escuchan esas excusas desgañitadas ni se percibe ese temor a tomar decisiones precisas. Prevalece un fervor decidido por resolver los arreglos de una nación que, por justicia natural, merece contar con los privilegios de la bonanza y la tranquilidad económica, social y política de sus ciudadanos.
La Asamblea General de este organismo continental destrabó los brazos cruzados y aprobó inicialmente una resolución para una posible suspensión de Venezuela de estas instancias. Pero es resaltante que reconozcan con una sabiduría casi metódica y reflexiva, que en nuestro país no se efectuaron elecciones de ningún tipo el pasado 20 de mayo.
Esta resolución fue respaldada con 19 votos firmes y se convierte en un paso adelante contra un régimen, cuyo único aval es tener la mayor inflación del mundo. Días posteriores a este encuentro, el secretario general de la OEA, Luis Almagro, no dudo por un instante en afirmar que “hoy tenemos un gobierno ilegítimo sentando en el seno de la organización”, mientras pintaba el panorama sobre más acciones contra los mandamases de Miraflores.
Pero el desconocimiento del proceso electoral pasado, no cimenta el camino para otro sufragio. No son los tiempos ni se cuenta con la situación institucional para pensar en ello. Constituye una impertinencia inaudita el sólo mencionarlo. La tarea es emprender una lucha intestina por plantarle cara a la ilegalidad y tomar acciones razonables para emprender el camino democrático, pero con otros actores políticos.
La ciencia del pensamiento en su conjunto no acreditaría una idea tan insensata. La existencia de infiltrados del Gobierno en la oposición se hace cada día más real y destructiva, sobre todo por los esfuerzos internacionales y el desgaste del pueblo en sus carencias cotidianas.
En el lado opositor no se ve ni un atisbo de genialidad. Ni un chasquido de valentía. Sus ideales parecen desvencijados, cuando más se requieren ocurrencias estratégicas, declaraciones palpitantes y un liderazgo empecinado para orientar al futuro por el verdadero sendero de la libertad.
Sólo arremeten con ruedas de prensas cansinas y mensajes perezosos, que meramente generan decepción y furia en la gente. Es la hora de los compromisos. Deben detenerse las acciones desalentadoras. Será que tienen desinflado el horizonte, pues no acuñan emboscadas a la dictadura. No aciertan en un esfuerzo sensato por recobrar lo que nos quitaron hace casi 20 años.
Nada resuelve el sólo darle un espaldarazo a los emigrantes venezolanos, quienes se erigen como los principales proveedores de recursos económicos para sus familiares en el país. Tampoco la búsqueda de protagonismos vertiginosos ayudaría en este ambiente de trastornos interminables. Debe vivirse con un arrojo notable, el sufrimiento de quienes padecen días tras días esta debacle impuesta.
Hoy el escenario internacional es diferente al del pasado. Todo conjuga a nuevos acontecimiento. Pero también a nuevas determinaciones. Dejemos de ser discretos, repongámonos del duelo de cualquier derrota y reconozcamos la reputación de ser capaces de procrear a nuestros propios libertadores.
@Joseluis5571