Finalmente se sale de la inercia en Venezuela y se retoma la ofensiva, de forma espontánea además, producto de una realidad ineludible: La dictadura está matando de hambre a la clase trabajadora. La creación de una tasa de cambio oficial para intentar captar remesas, dejó en evidencia de forma irrebatible ya que el salario promedio actual es equivalente a dos dólares ($2) mensuales con tendencia irreversible a la baja debido a la devaluación permanente que sigue siendo una política de Estado. Fue una especie de confesión de parte del Gobierno, una salida del closet del supuesto presidente obrerista que anunció un nuevo “aumento” del salario mínimo en paralelo a esa tasa oficial devaluadora que deja pálido al célebre “viernes negro”. Pero a diferencia de cualquier otro caso en la historia, esta vez los responsables de la crisis deciden no rectificar y mantienen el modelo condenando a muerte al noventa por ciento de los venezolanos que ganan en bolívares, esa ex moneda que ya no vale nada. Lo pueden hacer por una sencilla razón, sus ingresos son en dólares derivados del petróleo, los minerales y el tráfico de drogas, y ahora intentarán resolver cualquier problema de caja metiéndole la mano a las remesas en divisa que mandan los “limpia pocetas” desde el exterior.
Lo cierto es que en Venezuela nadie puede vivir de su salario, desde hace tiempo, solo que antes el rentismo generaba subsidios y ahora existen remesas, porque al final todo socialismo se financia de un capitalismo ajeno. Esto ha generado la desigualdad más grande e injusta conocida, entre una minoría que tiene dólares y una masa que gana bolívares. Los primeros lo pueden todo y los segundos no tienen ni para comer. Esta es la razón de los paros que de forma escalonada comienzan a darse por sectores, las cuales deben valorarse como legítimas protestas populares contra la dictadura asesina y devaluadora. Es algo que se da al margen de la inerte dirigencia política que al menos no debe estorbar o en el mejor de los casos debe asumir el reto de acompañar a los trabajadores en su lucha y promover la conformación de abajo hacia arriba de una gran huelga general indefinida hasta restituir la democracia, que es el requisito indispensable para recuperar el poder adquisitivo del salario.
No es un paro de empresas, muchas de las cuales siguen abiertas porque sus dueños mandan desde el exterior lo que les cuesta un pasaje de avión y con eso pagan la nómina de todo un año. Es sabido que a esta dictadura no le importa la paralización de la producción nacional, la cual ya existe por demás. Se trata de activar a los trabajadores contra la dictadura, en una auténtica rebelión laboral. Lo mejor que le puede pasar a la tiranía es que se siga manteniendo el espejismo de una normalidad interna gracias a remesas y a la inyección privada de dólares a la economía, mientras ellos siguen saqueando el pais para provecho personal. Venezuela es hoy el pais con la inflación más alta y el salario más bajo del planeta, amén de la violacion sistemática de los derechos humanos y la ausencia total de democracia. La comunidad internacional sigue activa condenando a los jerarcas de la dictadura y presionando para un retorno a la democracia en el corto plazo, pero eso debe compadecerse con una lucha popular capaz de generar ingobernabilidad, la cual cesó el año pasado y no se había podido retomar hasta ahora que les tocó hablar a los trabajadores condenados a muerte ya que decidieron dar la pelea. Sigamos ese camino, que es mejor a no hacer nada o a esperar otro diálogo u otra farsa electoral, entendido que la paralización del país es inminente como consecuencia directa del modelo, y que la reactivación del país pasa por recuperar la democracia y cambiar el régimen. Con un ingreso equivalente a cinco centavos de dólar diarios, ya los trabajadores literalmente no tienen nada que perder y mucho por lo que luchar. Paro ya.
JOSÉ IGNACIO GUÉDEZ YEPEZ
Secretario General de La Causa R